La música de Beethoven (Alemania, 1770-1827) puede emerger con todo su esplendor y sensaciones desde la pintura. Y viajar por el tiempo hasta el siglo XXI, ante la mirada del espectador que contempla la proyección pictórica, para penetrar en su interior, al encuentro con el gran mundo musical de Beethoven en cada sinfonía. Es la propuesta del pintor Andrés García Ibáñez (Olula del Río, Almería, 1971) en la exposición “Variaciones plásticas en torno a Beethoven”, en el Espacio 2 del Museo de Arte de Almería, hasta el 22 de marzo.
El sentido creador de García Ibáñez, y su extraordinaria técnica de contemplación de la realidad figurativa, hace de esta exposición una mirada singular donde aúna distintos planteamientos de su observación, mientras que la música de Beethoven asoma en cada territorio del color y atmósfera sorprendentes. En esta mirada, Beethoven no está solo. El propio García Ibáñez alumbra el sentido del que emana su pintura. Y así se comprende su trayectoria personal con esta exposición: “Con Beethoven me pasa como con Goya. En ellos está el origen del mundo artístico contemporáneo. Viven el final del antiguo régimen y el nacimiento del mundo contemporáneo. El cambio se experimentó por la Revolución. No son románticos, son hijos de la Ilustración y por evolución lógica, revolucionarios. En ellos está todo el drama de la condición humana, sin maquillajes, contado de forma universal”. Y la gran síntesis de este encuentro cultural trascendente es precisamente lo que comparece de forma muy brillante en esta exposición.
El entorno cotidiano de la cuenca del Almanzora, y quienes la habitan, viajero por multitud de mundos personales de García Ibáñez, se transforma hacia las circunstancias de paisajes revelados, que arropan al pintor. Es su mundo, mientras que seguramente con los ojos cerrados observa la evolución musical de las sinfonías de Beethoven para construir la gestación del presente. Con la hegemonía inicial de “Del corazón al corazón”.
Un atisbo de preámbulo está en la réplica en escayola de la máscara de Beethoven.
De ahí salió una serie de pequeñas composiciones que forman el testimonio del inevitable proceso agónico del ser humano, inevitablemente condenado a la extinción aunque siempre prevalece en la memoria.
García Ibáñez pone rostros y paisajes a la Sinfonía número 7, a la Sinfonía número 9, a la Sonata Patética… Por este camino avanzan también, la Vida, el sentido de la Maternidad, de la Pasión, el Pasado, la gran Soledad, la Fraternidad universal, el Amor. Junto a la tragedia del Pánico en el Cuarto Mundo (Zaire), de los Condenados de la Tierra.
Hay actitudes pensativas, miradas hacia el interior como reflujos que buscan su personal escapada. Acompaña el refugio de pensamientos en un horizonte donde se presagia la tormenta y la nocturnidad. La negritud prevalece como lugares en busca de la salvación. Surgen así momentos culminantes de la Sinfonía, cuando la música esplendorosa de Beethoven estalla en el Cosmos junto a la sobriedad del espacio del color en cada cuadro. Y cuando el espectador sale al exterior siente ante la luz del día que la pintura de García Ibáñez y la música de Beethoven le acompañan por las calles de la ciudad en una sinfonía interminable.
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