Se habla poco de la difícil e incómoda tarea de hacer oposición en un ayuntamiento y son escasos los reconocimientos al mérito de cuantos dedican sus esfuerzos a controlar la labor de los equipos de gobierno. Vaya desde aquí, por tanto, mi aplauso al denuedo y constancia de los ediles que cada mañana se levantan con el objetivo de agitar el árbol con la esperanza de recoger sus frutos. Y como esta columna tiene, ustedes ya lo saben, la indeclinable vocación de servicio público, voy a tener el atrevimiento de hacer una modesta recomendación a cuantos, desde su tribuna municipal, anuncian diariamente la catástrofe y el estrago: es mejor hablar de aquello que no pueda volverse en tu contra y pegarte luego en los morros. Hace falta ser aborigen australiano para tener soltura en el lanzamiento del bumerán y, hasta donde sé, la concejal socialista Carmen Aguilar podrá estar en las antípodas de mis puntos de vista, pero es tan almeriense como yo. Y quizás por eso ha escogido con desacierto el tema de la revitalización del casco histórico para atizarle al equipo de Gobierno. Y no digo yo que no se interpele o zurre políticamente a los concejales del PP, pero cuando se escoge un tema, deben tenerse cerrados todos los flancos. Cuando esto no pasa, siempre podrá salir alguien a recordarle a la concejal socialista los largos años de silencio e indiferencia del PSOE almeriense hacia la obra de rehabilitación del ayuntamiento, eje y motor de cualquier proyecto de revitalización del centro histórico de la capital. Diez años pasando a diario junto al edificio cerrado y abandonado por sus señoritos de la Junta del PSOE de Sevilla y ellas y ellos, en disciplinado y cómplice silencio. Y qué decir ya de su performance conservadora de la desaprovechada y mortecina Plaza Vieja: están rechazando con contumaz vehemencia el plan de remodelación aprobado por el Ayuntamiento y la Junta. Ya ven que cuando se arroja algo hay que hacerlo de modo que no vuelva pegándote una colleja.
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