Imaginaba que la seriedad que impone el contagio del COVID-19 iba a quedar exenta de la ya probada ineptitud del Gobierno que, en lamentables ocasiones anteriores, ha venido gestionando con argucias, eufemismos y dilaciones.
La OMS fija para los diferentes estadios de contagio -ya es pandemia- tres situaciones: contención, mitigación y generalización. En España, que se sepa por ahora, continuamos en la primera fase de contención, con la singular variante de “reforzada”. No obstante, los normas aplicadas de suspensión de fiestas, concentraciones, colegios, universidades, centros de atención de mayores, mujer, teatros, deportes… todo esto es típico de la tercera fase de “Generalización”, pero nosotros permanecemos en la primera fase de contención, eso sí, reforzada.
Incorporar forzados aditamentos y eufemismos es costumbre en el gobierno socialista, no ya para evitar desasosiego en la población, sino para administrar los tiempos y los efectos que pudiesen socavar sus intereses electoralistas. En casos como China quien incomode al gobierno con alarmas razonables en función del riesgo (primer médico que alertó), sencillamente va a la cárcel. En España aún no se ha llegado a eso, aunque las admoniciones y descalificaciones son demoledoras.
En la crisis de 2008 -para el PSOE 2009, perdimos un año- el gobierno de ZP evitaba a toda costa hablar con claridad. Mencionaba e inventaba palabras y conceptos como “desaceleración acelerada” y llamaba agoreros a los expertos que avizoraban lo inevitable, así como a los políticos de la oposición les dirigían los peores venablos de antipatriotas y a los periodistas les tildaban de cavernarios y confrontadores; en general, el discrepante es un facha. Al final llegó la crisis, Alemania jugó con ventaja atajando y moderando los daños que en España se iban incrementando, perdiendo tiempo y oportunidad.
Ahora no hemos sido capaces de aprender de las experiencias -malas y buenas- del contagio en China, Italia, Taiwán, Japón, Francia… el Gobierno de España tenía unas preferencias inapelables para pergeñar apresuradamente una ley impresentable que hubo de rehacerse por graves defectos de forma y fondo. Pero lo verdaderamente prioritario era llegar a la fiesta multitudinaria con una ley contaminada de ideología sectaria y, de paso, contagiar a unos cuantos y cuantas.
Para Sánchez la concreción de la acción ante la crisis sanitaria es “se hará lo que haga falta”.
Todo un compendio, memorándum o normativa exquisitamente detallada que no admite dudas. Sin embargo, sí que centró su interés apelando a la generosidad, responsabilidad y lealtad institucional de la oposición para que le apoyasen “sus” Presupuestos Generales del Estado; unos presupuestos que ya han saltado por los aires, pues ya no se pueden centrar en el gasto social expansivo y universal, salvo que se incida aún más en la crisis económica que viene asociada a la ya sanitaria.
A este gobierno de socialismo de autor sólo le faltaba la componente comunista para la nefanda labor de intromisión en nuestras vidas.
Te prohíben el juego, la bollería industrial o el piropo. Desarrollan leyes y reglamentos con un amplio e imaginativo abanico de supuestos delictivos y sanciones, pero son incapaces de atajar con la misma presteza y contundencia una emergencia de seguridad nacional. Se pertrechan de marketing y postureo para la inconsistencia, y llegan mal y tarde para lo verdaderamente importante. Tenemos normas y reglamentos de chorradas para atosigar civilizaciones de cinco sistemas solares, pero nuestra respuesta para lo realmente importante se “concreta” en que se hará lo que haga falta.
Como insultante detalle final, este pasado miércoles el secretario provincial del PSOE de Almería, Sánchez Teruel, apreció para criticar el presunto aumento de las listas de espera en consultas externas del SAS. Independientemente de la inoportunidad, ya es bastante miserable venir con estos argumentos de confrontación en un momento en el que los hospitales públicos y privados redoblan esfuerzos y recursos ante la emergencia del COVID-19. Esto es un insulto para toda la población, pero especialmente para los profesionales de la salud que han de priorizar actuaciones y precaverse ante sus mermas por contagio. Le recuerdo a Sánchez Teruel que la “brillante” gestión socialista se despidió con el descubrimiento del fraude en las listas de espera con ¡quinientos seis mil cuatrocientos ocho! (506 408) pacientes que fueron intencionadamente ocultados para tapar el fracaso de la gestión del PSOE en la salud pública andaluza. Ahora hay dos opciones: seguir dejándolos tirados o recuperarlos incrementando las listas de espera verdaderas, y no las falsas del PSOE. Cuando se apela a la lealtad institucional, generosidad, sacrificio y esfuerzo siempre habrá algún mezquino que se destaque con su miserable discurso.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/188665/covid-19-y-socialismo-de-autor