En el transcurso de mi única y excepcional salida, realizada durante el día de ayer para adquirir una barra de pan, me tropecé, a escasos metros del establecimiento, a dos jóvenes hijos de la calle, quienes, tal vez ajenos y desconocedores de la normativa del estado de alarma, mantenían una incomprensible conversación a la que apenas presté atención. A no mucha distancia, antes de llegar a la panadería, una mano desconocida de otro vecino de la intemperie, más intemperie que nunca, reclamaba desde el portal de un edificio contiguo “algo para comer”. De frente, a escasos dos metros, ingenuamente pregunté al peticionario urbano que si no sabía que no podía estar en la calle y que debía abandonarla, porque si no llegaría algún policía y le obligaría a marcharse. El indigente esbozó una irónica sonrisa, al tiempo que murmuró “es que yo estoy en mi casa, que es donde nos obligan a estar.” Ante tan elocuente respuesta, solo pude asentir y retomar mi camino porque desafortunadamente la residencia de los miles de “sinhogar” que hay en nuestro país es la calle.
Nuevas interrogantes relacionadas con la situación en que nos encontramos afloraron a mis pensamientos, entre otras, que nuestro país ha pasado por diferentes episodios pandémicos y que, pese a las graves consecuencias ocasionadas, se ha salido hacia adelante. Ahí está la mal llamada gripe española de hace justo un siglo, que dejó varias oleadas posteriores, con incidencia en toda la sociedad, como dan buena cuenta las informaciones periodísticas de entonces y la comunicación epistolar mantenida entre los afectados madrileños y sus amistades de las periferias, en concreto una carta llegada a mis manos, dirigida por doña Isabel Gutiérrez Roig - hermana de Ricardo Gutiérrez Roig, natural de Berja, doctor en Cirugía, médico de la Casa Real del Infante Antonio de Orleans, hermano de la reina María de las Mercedes, – a sus amigas de mi pueblo:” Madrid, 19 de enero de 1920.Mis queridas amigas, doña Isabel y María Joaquina: Deseo que ésta las encuentre bien; aquí hemos pasado una buena racha pues ya haremos mes y medio que todos hemos estado malos, de casa yo he sido la peor de todos… dichosa gripe que bien está haciendo estragos, pues en ésta bien ha cargado la mano. Yo llevo más de un mes y esta es la hora que no me encuentro nada bien y con estos fríos que hacen, peor, tanto que me han dicho que me fuera un tiempo para Alicante o a otro sitio que fuera cálido y que así me pondría en seguida bien, así es que no sé lo que se decidirá ; si así fuera ya se los diría y como mi Tere ya lleva mes y medio con los niños, que ha tenido a los cuatro bastante graves, con sarampión y escarlatina, pero la mayor creyeron que se les moría, pues es la que ha estado gravísima, pero ya hace dos días que la levantan; pero figuraros cómo estará mi Tere, y Juanito en otra cama….en fin, como si esto fuera poco, por último mi Enrique –hermano médico- ha caído malo con un cólico nefrítico y está bastante malo, tanto que no puede descansar de los dolores tan horribles que tiene, nada más que con inyecciones de morfina; yo he salido a la calle antes de tiempo por causa de Enrique, lleva ya cuatro días y según dicen no va peor, pero ya usted sabe, doña Isabel, que eso es una cosa bastante grave, en fin, Dios tenga misericordia de nosotros y los demás de casa en cama con la gripe. En casa, Fernández y Miguel son los que hasta ahora van escapando….. Sin otra cosa, deseo que sigan bien y reciban abrazos de todos en general y con besos de los nenes. Y ustedes saben lo mucho que las quiere y verlas desea su verdadera amiga. Isabel Gutiérrez.”
Con la distancia de un siglo, no hay mucha diferencia en lo esencial de las respectivas situaciones. Tal vez, la conclusión más certera de ambos episodios es que la vulnerabilidad es consustancial al ser humano y que nada importa la condición social.
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