El líder de VOX, Santiago Abascal, ha pedido este pasado martes la dimisión del Gobierno, con especial mención a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, e instaurar un gobierno de emergencia nacional con el objetivo de derrotar la pandemia y “salvar la libertad y la prosperidad de los españoles que se ve amenazada por la errática gestión del actual Ejecutivo”.
Esta iniciativa tiene sus pros y sus contras. En cualquier caso, y dadas las circunstancias, hubiese sido plausible si se hubiese solicitado antes de llegar al punto de no retorno.
Se dice que no es acertado cambiar de cabalgadura cuando estás vadeando el río. Igualmente, hay situaciones que comportan gran riesgo y no admiten marcha atrás. Es el caso del despegue de un avión afectado por un grave problema: alcanzada la velocidad crítica (V1), el avión ha de continuar en el aire, mantenerse en velocidad de rotación (maniobrabilidad) y proceder a tomar tierra.
Hay muchos casos que no permiten o no es aconsejable cambiar la tripulación o los criterios de maniobra que podrían desencadenar mayor riesgo que el que se pretende paliar. Sin embargo, la historia nos ha provisto innumerables situaciones límite cuando las circunstancias son evidentes y razonablemente inadmisibles por impericia, soberbia, irresponsabilidad… Amotinamientos abordo o la fulminante destitución de un consejo de administración ha sido suficiente y necesario para reconducir situaciones de naufragio y ruina empresarial.
Estamos acostumbrados a sorprendernos por la alineación inicial de Zinedine Zidane, dejando en el banquillo a titulares inequívocamente resolutivos para un encuentro decisivo. Luego, cuando el marcador se pone cuesta arriba y la afición clama en arameo, incorpora a Isco y Marco Asensio, y el partido es otro en el centro del campo y en la línea de ataque; resultado: el Madrid -esta vez, voto a bríos, gana el partido-. Ya ven los pros y los contras.
Es cierto que el actual gobierno socialcomunista ha improvisado con inusual impericia en temas que, dice, “desconoce”. En nuestro mundo existen dos certezas que amenazan sin tregua a la especie: guerras y pandemias. Estamos mejor preparados para iniciar un destructivo ataque masivo con armas tremendamente sofisticadas y carísimas (incluida la manipulación genética de patógenos) que para defendernos de una pandemia galopante. No hay descubrimiento científico que, enseguida, obtenga su oportuna aplicación para las tácticas militares de defensa y ataque. El gran logro que revolucionó la física (E=mc2) tuvo como “premio” la primera bomba atómica “Fat Man”. Si usted cree que Internet fue un gran descubrimiento tecnológico para el conocimiento y la comunicación universal, también se equivoca; fue una trama cibernética global aplicada al control del armamento nuclear. Si usted está muy contento con su navegador GPS, se equivoca; es un pestiño en precisión, el GPS fetén es el de los militares. El Sistema de Posicionamiento Global también es un invento militar que, a diferencia del civil, tiene una precisión de centímetros; algo necesario para que el misil acierte con plena eficacia. En fin.
Existen planes de emergencia para diversos supuestos; los tienen militares, Policía, Guardia Civil, bomberos, ayuntamientos, comunidades autónomas, corporaciones empresariales… y quizá uno de los más conocidos históricamente, por reiterado y destructivo, es el sanitario. Pestes, plagas, epidemias y pandemias han jalonado la historia de la humanidad con horripilantes episodios de padecimiento y muerte. Por ello, hemos procurado precavernos con investigación, tecnología y soluciones para afrontar las amenazas, que se podrían derrotar con mayor ahínco en las inversiones para investigación con más medios técnicos y humanos. El Gobierno tiene técnicos asesores y expertos, claro que sí, el problema es que la última decisión la toma el político, y lo hace desoyendo los criterios de los especialistas profesionales.
Mienten y manipulan, y llaman al sacrificio y esfuerzo solidario de los engañados y manipulados con la esperanza de granjearse el éxito a pesar del daño infligido. En política la memoria es efímera si se solapa con prédicas de abundante trigo.
Ya es tarde para pedir que el Gobierno dimita cuando el avión ha levantado el vuelo. Esto se tenía que haber evitado cuando se descubrió que el comandante era ciego y el copiloto, loco.
Pero no es sólo la impericia o la ideologización; es la soberbia. Yo me pregunto. ¿Si viniese alguien con algún atisbo de solución a cambio de que Pedro y Pablo dimitan, dimitirían?
¡Háganse la misma pregunta! Y, viendo cómo han llegado a dónde han llegado, respóndanse ustedes mismos.
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