Vivir encerrados, ya sea en cuarenta o en una cárcel, hace aflorar preguntas que pocos se atreven a formular: ¿dejamos de ser por ‘no poder salir’? ¿es posible ser feliz ‘encerrados’?
La pandemia del Covid-19 nos ha impuesto a todos la experiencia de vivir ‘confinados’. Un preso, que vive encarcelado; o un monje, que vive en clausura; o nosotros, con nuestra realidad actual, nos parecemos. De hecho, Manuel Carrasco ha escrito una canción titulada ‘Prisión esperanza’ y Rozalén ‘Aves enjauladas’.
Son muchas las películas que nos muestran que vivir encarcelados no nos impide ser felices. En la película del almeriense Manuel Martin Cuenca, ‘La flaqueza del bolchevique’, Luis Tosar queda prendido por la presencia bella de María, una joven que le recuerda que la vida vale la pena vivirla. Tosar termina sostenido por la presencia de esa ‘belleza’, incluso en la cárcel. También podemos recordar películas como “Buried”, en donde el protagonista vive dentro de un ataúd toda la película y consigue no caer en la desesperación, siendo “dueño” de sí mismo. O en películas como “Beatiful boy” en donde la relación de un padre y su hijo drogadicto, genera un vínculo de misericordia indestructible. Porque a pesar de nuestra debilidad o tozudez, que son nuestra peor “cárcel”, existimos. También tenemos la saga de terror (gore) ‘Saw’, en donde un justiciero encierra a varias personas en una habitación y les obliga, con violencia, a aprender de sus errores. Nos toca pararnos después de este tiempo en cuarentena y recapacitar. Y para ello se necesitan referentes. El cardenal Van Thuan fue arrestado por el régimen comunista en 1975. Pasó 13 años en la cárcel, 9 de ellos en aislamiento. Como dijo años más tarde, ya en libertad: “Si me paso el tiempo esperando quizás las cosas que espero no lleguen. Lo único que ocurrirá con seguridad es la muerte. Yo no esperaré. Voy a vivir el momento presente colmándolo de amor”. En definitiva, nos toca hacer una reflexión sobre la experiencia de vivir ‘enjaulados’ y ya no basta con cantar ‘Resistiré’. Debemos madurar en el confinamiento para que podamos recuperar lo esencial y reconstruirlo todo desde ahí. Pues eso. Ánimo y adelante.
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