Kayros
20:16 • 14 nov. 2011
No sé si el partido que gane las alecciones creará empleo con la celeridad que anuncian en los mítines de la campaña electoral. Tampoco sé si los cinco millones de parados, palanca de persuasión del PP, desaparecerán cuando Rajoy pise la Moncloa. En cualquier caso, una cosa empieza a cambiar ya mismo, son las palabras. Al empresario se le llama ahora emprendedor. Parece lo mismo pero no lo es.
Sin duda se ha querido limpiar la palabra de la antigua dinamita revolucionaria por la cual el empresario aparecía como un explotador chupasangres de la clase obrera. Recuerden que ni siquiera el franquismo pudo suavizarla con la vertical retórica de empresa nacional de productores. La palabra emprendedor, en tiempo de crisis, con miles de empresas que cierran y millones de trabajadores que van a la calle, tiene un regusto distinto porque parece que acerca el capital al trabajo y no en vano este vocabulario es utilizado por la derecha.
Pero no hay que fiarse. Sería ingenuo pensar que el emprendedor pone en riesgo su tiempo y su trabajo por algo que no sea obtener beneficios. Cuando esto no se da, la solución es doble, cerrar la empresa o ir despidiendo a los trabajadores. Si encima el gobierno le facilita el despido, pues miel sobre hojuelas. Todos los días paso por Aguadulce y veo el acantilado a medio vaciar. Allí iba un proyecto de no sé cuántas viviendas con salida al mar por túneles debajo de la carretera. La obra se paró, no por las protestas de la gente, sino porque no era rentable. Estamos en un mundo donde mandan los mercados. Los políticos tienen poco que hacer. Crear empleo ya no es cosa solo del emprendedor aunque pongan a sus pies "una alfombra roja", como quiere Rajoy. Dependerá de factores que no están a su alcance. Y con el eclipse democrático más difícil lo tienen aún las fuerzas del trabajo.
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