Frente a una situación de crisis quienes tienen la responsabilidad de gestionarla deben optar por una estrategia de comunicación. En el caso de la gravísima crisis sanitaria generada en España por la gripe china el Gobierno que preside Pedro Sánchez optó por una línea de acción a la defensiva. Se advirtió con claridad en la primera de las comparecencias televisivas de Sánchez, aquella en la que entre otros aspectos encaminados exaltar las ventajas del confinamiento aportó el extravagante dato del ahorro en el consumo de queroseno. Desde entonces en sus frecuentes comparecencias televisivas hay un hilo conductor: evita mencionar la cifra de fallecidos, anuncia la llegada de diversos tipos de material sanitario -que a la postre o se retrasan o son defectuosos- y, cuando admite preguntas, no responde a las que aluden a la polémica decisión de no cancelar las marchas feministas del 8M y otros encuentros multitudinarios previstos en aquellas fechas.
Es obvio señalar que el Gobierno de España no es el responsable de la pandemia, pero sí lo es de la gestión y coordinación de la lucha contra sus devastadores efectos. Y es ahí donde pudiendo haber optado por una línea de comunicación veraz y capaz de reconocer los errores cometidos optó por actuar a la defensiva. En el pico de la crisis -cuando el número oficial de fallecidos rondaba ya los veinte mil- trascendió que en la deriva de esa estrategia defensiva se les ocurrió implicar nada menos que a la Guardia Civil para -según las palabras de uno de los portavoces- minimizar el clima social contrario al Gobierno provocado por la mala gestión de la crisis. Cuando el estupor ante semejante medida se transformó en indignación y comenzaron a hervir las redes sociales, no se sabe si llegaron a dar marcha atrás, pero retiraron a los portavoces uniformados de las diarias ruedas de prensa de los expertos.
La experiencia nos dice que la opinión pública -que es una institución básica del sistema democrático- absuelve a los humildes que reconocen sus errores y se solivianta con los arrogantes que no los reconocen. Más allá de la "joint venture" firmada con Pablo Iglesias, el presidente Sánchez que debe ser el primero que no cree en las predicciones del CIS que dirige J.F. Tezanos, sabe que su futuro en La Moncloa, en buena medida, dependerá de la salida de la crisis provocada por la pandemia. En definitiva dependerá de si los ciudadanos volverían a confiar en el PSOE para que, aunque menguado, siguiera siendo la cabeza tractora del Parlamento. Como no las tienen todas consigo por eso están a la defensiva.
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