A menudo pienso en lo afortunados que somos, a pesar de las dificultades, y es que no puedo evitar que, de vez en cuando, me asalte la memoria el devastador número de niños soldado reclutados en el mundo (300.000, según UNICEF) Colocar en primera línea de batalla a los más débiles e indefensos, dejándoles correr la peor de las suertes, desprovistos de toda seguridad y avocados a traumas emocionales que ni un adulto logra superar, es de una falta de humanidad intolerable, algo que, como sociedad, no nos debemos permitir, pero miramos a otro lado.
Aquí, el Gobierno andaluz tiene su propia carne de cañón ante la peor pandemia mundial del último siglo. Se vio claramente en los peores momentos del confinamiento, cerrando un gran número de centros de salud en Almería, pese a lo cual, nuestro sistema consiguió frenar la entrada en Andalucía de la pandemia, pero, por contra, hemos tenido muchos más contagios a sanitarios en primera línea de batalla que en el resto de España.
Es momento de dejar la retaguardia y rearmarse en punta, se hace indispensable reforzar con medios materiales y humanos la atención primaria para la detección de posibles infecciones, reabrir centros de salud, retomar el Centro de Especialidades del Hospital Universitario de Torrecárdenas, o acometer el segundo hospital del Poniente. Pero se hace complicado confiar en que se lleve a cabo, toda vez que PP y Ciudadanos han reclutado en el bando contrario de la sanidad pública y universal, y de la propia autonomía andaluza, a quienes alzan banderas de odio antidemocrático, colocándolos en la presidencia de la comisión para la reconstrucción social y económica de Andalucía.
No miremos también aquí para otro lado, pues es incomprensible no abrir centros sanitarios aún cerrados mientras nos dejamos engatusar por los espejismos, por la apertura de espacios públicos, la cervecita de terraza y la sociedad de consumo, pero ya saben, ‘Ojos que no ven,…’
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