Los espléndidos paisajes dan una identidad única a este mundo mágico que es Almería, una de las provincias con mayor porcentaje de espacios naturales de Europa. Hoy hablamos del Cabo de Gata, paraíso natural por su genuina belleza, con el objetivo de reflexionar para que, entre todos, nativos y visitantes, seamos capaces de respetar y mantener vivo tanto valor patrimonial. Este mundo terrestre y marino, de 29.000 Has. protegidas, constituye un grandioso edificio volcánico con fuerte personalidad que se generó durante la era Terciaria.
Un clima excepcionalmente seco impone duras condiciones a este excepcional macizo natural. La aridez es el rasgo más significativo y, a la vez, su elevada insolación media que llega casi a las 3.000 horas, junto con las elevada humedad y la regularidad de los vientos. El índice de precipitaciones más bajo de la península (Faro de Cabo de Gata) junto a las suaves temperaturas completan sus características climáticas.
La Historia nos dice que ya en la Edad del Bronce se localizan yacimientos que confirman la presencia humana. Además sabemos que aquí estuvieron Fenicios y Romanos, entre otros pueblos, atraídos por sus recursos naturales: pesca, sal, oro… Los ocho siglos de presencia musulmana dejaron una huella imborrable y, en el siglo XVI, tras la expulsión de los moriscos, la inseguridad se apoderó de la costa y eran frecuentes los ataques de los piratas y corsarios. Aquí se mezclan historia y leyenda para hablar de tesoros escondidos, raptos por mar, apariciones, canto de Sirenas... El caso es que se produjo una huída de la población y se llegó a hablar de “costa de los piratas”que, desde las pequeñas calas, hacían incursiones hacia el interior sembrando el pánico. Tras un siglo XVII de despoblamiento y catástrofes naturales, en el XVIII se observa una recuperación demográfica gracias a la vuelta de la seguridad. Efectivamente, se organiza la defensa de la costa apareciendo numerosos torreones y castillos. En el siglo XIX tiene lugar el aprovechamiento industrial del esparto y, sobre todo, se produce un auge de la minería (plomo y oro) destacando Rodalquilar. Esta “fiebre minera” supone la llegada de abundante mano de obra que volverá a emigrar, ya en el siglo XX, con el cierre de las minas y la consiguiente crisis. Actualmente, el Parque ha recobrado su vigor gracias a la valoración de una riqueza ecológica y estética que atrae a numerosos turistas todo el año.
Disfrutemos, con voluntad de respeto y conservación, de la inmensa belleza que atesoran sus tierras y playas para que nuestro espectacular Parque sea un ejemplo de limpieza y calidad ambiental.
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