Las terrazas, las playas, los comercios, las calles se van llenando de gente. Todos tenemos un deseo casi irrefrenable de retomar nuestra vida cotidiana, aquella vida que llevábamos antes de la pandemia.
Además es verano y en esta estación parece que todo invita a la vida.
No se trata de ser alarmista pero sí de recordar que el coronavirus continúa siendo parte de nuestro presente, que está ahí y aún no lo hemos vencido. Por eso sorprende que haya tantas personas que salen a la calle sin mascarilla, o que entran en lugares cerrados sin ella. O que no guardan las debidas distancias, o que beben de la misma botella, etc, etc. Y no solo son los jóvenes los que en tantas ocasiones parecen olvidarse del peligro, también hay personas de más edad entre quienes parecen haber decidido que el virus no va con ellos. Pobre del que se le ocurr “recordar” a quién no lleva mascarilla que se la debe de poner porque puede recibir de respuesta un improperio.
También comienza a ser alarmante no solo que haya quienes tiran a la calle los colchones de personas que han padecido e incluso fallecido por coronavirus sino que empieza a ser habitual ver sobre el asfalto mascarillas y guantes una vez utilizados.
Me parece a mi que nuestro Gobierno debería de hacer alguna campaña en televisión advirtiendo de los efectos que puede tener para la salud el que no cumplamos las normas. De la misma manera que todos los años la Dirección General de Tráfico hace anuncios que nos encogen el corazón pero que son todo un aviso sobre las consecuencias de no respetar la velocidad o conducir después de haber consumido alcohol, quizá se deberían de hacer anuncios explicando la cadena de contagios que uno puede provocar con actitudes aparentemente sin importancia como es ir sin mascarilla.
Mientras estaba en vigor el estado de alarma era el Gobierno quién cuidaba de que cumpliéramos con las normas dictadas por el Ministerio de Sanidad para evitar contagiar y contagiarnos, pero ahora se trata de lograr el mismo objetivo asumiendo nuestra responsabilidad individual.
No, no es tolerable “hacer botellón”, ni entrar en una tienda sin mascarilla, ni incumplir con el mantenimiento de la distancia de seguridad cuando estamos en el supermercado, ni tantas otras cosas porque, por mas que tengamos ganas de recobrar nuestra vida allá donde la dejamos, el virus no ha sido derrotado.
Por eso no está de más recordar a quienes han decidido que el virus no va con ellos que su actitud irresponsable no solo pone en peligro sus vidas sino también las de los demás.
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Julia Navarro