Oasis de concordia en el ring político

Manuel Campo Vidal
07:00 • 19 jul. 2020

El acto de homenaje a las víctimas de la pandemia y a quienes ayudaron a combatirla, deberían emitirlo de nuevo las televisiones cada vez que sus señorías se desmanden en el Congreso de los Diputados entregándose al deporte de la descalificación. Diseño inteligente, sensible y equilibrado, con un círculo cerrado de sillas para disipar jerarquías, con todas las autoridades del Estado presentes -Torra y Urkullu incluidos-, con la Casa Real y con representantes de la sociedad civil; emotivos discursos de una enfermera de Barcelona, del hermano de una víctima -el periodista vasco José María Calleja, exiliado por ETA- y de Felipe VI; con sobriedad, precisión, silencio, reflexión y hasta puntualidad suiza; algo insólito. Nada que ver con el circo de fieras verbales al que nos tienen acostumbrados. Se diría que hasta los trescientos participantes en el acto estaban sorprendidos de lo que eran capaces de representar: un oasis de concordia en medio del ring político habitual. 


Veníamos de un domingo electoral cargado de lecciones. La ciudadanía quiere estabilidad y moderación. Alberto Nuñez Feijóo e Iñigo Urkullu salieron reforzados de la crisis sanitaria, como espera Pedro Sánchez que le suceda a él. A su partido, de momento, le luce poco, aunque Tezanos desde el CIS le augure grandes victorias. Es tal el desprestigio del instituto demoscópico público que ya protagoniza chistes. (“Según el CIS, el 64 por ciento de los españoles cree que el Barça aún puede ganar la Liga”). Ascenso del Bloque Nacionalista Galego, muy centrado en lo social, y de Bildu, beneficiado por la alta abstención, y ambos por la descomposición de Podemos y sus confluencias en Galicia y Euskadi. Pablo Iglesias es el claro perdedor de estas elecciones. Se agota su discurso y su capacidad de crear un guión distinto. Ahora la toma con la Monarquía como nueva maniobra de distracción de otros frentes, como el caso Dina, con una abogada de Podemos como coprotagonista. La historia iba de “cloacas del Estado” y acabó en lío de faldas, propio de telenovela venezolana.


Tampoco salió victorioso Pablo Casado, que laminó al moderado Alfonso Alonso en Euskadi y le costó caro; y poco tuvo que ver él con la cuarta victoria por mayoría absoluta del PP en Galicia. Advierte la periodista Lucía Méndez, que “el PP tiene dos líderes, uno real, Casado, y otro moral,  Núñez Feijóo”. Se queda corta porque hay un tercero: para Casado y más de medio PP, su líder moral es Aznar. Otro lío, este de teleserie política.



Entretanto, el futuro de España, en buena parte, se juega en Europa de la mano con Italia y apoyo de Francia y Alemania. Recorte de las ayudas (más de 50.000 millones para empezar) y resistencia a subvenciones, siempre vinculadas a profundas reformas -la más dolorosa, la de las pensiones- que quieren sustituir por créditos. Dirige la ofensiva contra el sur el primer ministro holandés, Mark Rutte. Olvida que esos países del norte, autodenominados “frugales”, como si el sur fuera un despilfarro en juergas, dependen del mercado único, el mismo que ponen en riesgo con su insolidaridad. Y lo más indignante: Países Bajos es una especie de “semi paraíso fiscal legalizado” en la Unión Europea donde empresas españolas, italianas y francesas evaden impuestos drenando a las arcas públicas exhaustas que piden auxilio. Muy cínico.





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