Algunos columnistas, la mayoría diría yo, nos desgañitamos pidiendo un gran acuerdo nacional para la reconstrucción de España. Un acuerdo que incluya, claro está, al Partido Popular, como ya incluye a las fuerzas sociales y a la mayor parte de los presidentes autonómicos.
Pablo Casado, que esta semana presentará su ‘plan B’ para esta reconstrucción, bien podría estar presente en la conferencia de presidentes autonómicos que Pedro Sánchez ha convocado para este viernes, sin un temario demasiado preciso más allá de hablar de los fondos europeos, en San Millán de la Cogolla. Sería la plasmación del gran acuerdo nacional que el país necesita y, me parece, Europa aconseja. Pero ni la generosidad y amplitud de miras de Sánchez da para tanto ni el líder del PP tiene la suficiente ambición política ni el coraje bastante para exigirlo. Y así seguimos.
Ignoro cuánto tiempo mantendrá Sánchez su letanía asegurando que la coalición con Unidas Podemos se ha consolidado y durará toda la Legislatura, o sea, casi tres años y medio más.
A mí me parece que eso es increíble y hasta impensable: el programa con el que la coalición se hizo con el poder ha saltado en pedazos por la pandemia y por la realidad. Y Pablo Iglesias es, ahora de veras, un factor de insomnio permanente para el presidente del Gobierno: a nadie, sino al líder morado, se le puede ocurrir rechazar la cooperación de una fuerza política para poder aprobar los Presupuestos alegando que es un partido (Ciudadanos) ‘de derechas’. Ante tal salida, lo único que el inquilino de La Moncloa ha hecho, en lugar de cesar a Iglesias, ha sido enviar a sus portavoces a recalcar, como con sordina, que toda ayuda para sacar adelante unos Presupuestos ‘de guerra’ será poca.
Iglesias Parece que Sánchez teme desairar a su peculiar vicepresidente. Pero me parece obvio que esta difícil cohabitación de dos cada día más extraños compañeros de cama, de los cuales uno crecientemente insomne, mucho no puede durar.
Lo cierto es que se echan de menos ofertas claras de Sánchez a Casado y de Casado a Sánchez. La cooperación del líder de la oposición es sencillamente imprescindible para hacer un proyecto creíble que saque adelante las enormes reformas que la UE nos va a exigir a cambio de las ayudas: ortodoxia económica pero también tranquilidad política que genere seguridad jurídica.
España no puede malvivir pendiente de los rencores mutuos de Casado y Sánchez. Y ni el primero debe seguir con sus inútiles broncas sin consecuencias dirigidas al Gobierno ni el segundo puede continuar culpando al PP de ‘no arrimar el hombro’, casi acusando de traición al principal partido de la oposición.
Dicen que Sánchez va a acudir a San Millán con algunos vicepresidentes. Ignoro si entre ellos estará Iglesias, que quiere ser perejil en todas las salsas, pero que, en verdad, carece de representación significativa en los gobiernos autonómicos. Cosa que, en cambio, sí tiene Casado.
Temo que el plan del presidente es el contrario del que, a mi juicio, convendría: él quiere aislar a Casado, que se cueza en su propia salsa opositora, no incorporarle a las tareas de la gobernación del país. Y me temo que el líder de la oposición sigue albergando el sueño de que las consecuencias económicas y sociales de la pandemia harán caer al actual Gobierno, y se ha creído, o quiere creérselas, esas encuestas que hoy le dan como posible ganador en unas elecciones.
Así que eso de ver al presidente del PP en la ‘cumbre’ autonómica del viernes no pasa, desde luego, de ser una utopía. Nada, apenas un deseo de quien suscribe (y de mucha otra gente, por supuesto). Otra oportunidad perdida, y ya ni sé cuántas van.
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