Fliparían los enardecidos debeladores de Fernando Simón si, cayendo muy enfermos, su médico de cabecera les negara la baja laboral con el argumento de que sería lesiva para la empresa y, por extensión, para la economía del país. Bueno, eso en el caso de los debeladores que hayan trabajado alguna vez en su vida y que por ello estén en condiciones de imaginarse la situación.
Fernando Simón es un médico, un epidemiólogo, y lo suyo es que, ante lo muy enferma que se ha puesto España, y el mundo, piense y actúe en términos de curación. Hasta ahí, la cosa podría tener un pase para los simonófobos, pero de ninguna manera que, además de pensar y actuar en esos términos, los exprese.
Sabido es que entre la clase política española no goza de mucho predicamento la verdad, ni la sinceridad, ni la coherencia, de modo que eso de que el turismo y la movilidad internacional son letales para el control de la pandemia, la sencilla verdad que Simón expresó en respuesta a las recomendaciones de varios países de no viajar ahora al nuestro o a alguna de las regiones más sacudidas por los rebrotes, le hacen reo, como mínimo, del delito de alta traición.
Quien mucho habla, mucho yerra, y el pobre Simón, que compareció cada día durante el estado de alarma para dar el parte de guerra y explicar e intentar explicarse lo que estaba pasando, se equivocó varias veces.
Lo hizo al minimizar inicialmente el impacto que pudiera tener en España la pandemia, al establecer alguna analogía de la Covid-19 con la gripe común, al no aconsejar desde el principio el uso de la mascarilla y al cuestionar el riesgo de contagios en aglomeraciones tipo 8-M, pero al decir que cuanto menos gente potencialmente portadora venga, mejor para nosotros, para nuestra salud, para nuestro sistema sanitario, que es como decir que también mejor para nuestra economía al cabo, no se equivoca en absoluto.
Fernando Simón es un médico, y si cree que necesitamos la baja porque nos va en ello la vida, esto es, el hambre de hoy sin turismo para que haya pan mañana y pasado mañana porque seguiremos vivos, no sólo tiene derecho a decirlo, sino que está obligado a ello. No es un villano, y sí, en cambio, quienes desprecian, quienes no soportan, la verdad.
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