Son ya muchos años en los que la derecha está inmersa en el error que propiciado por los inventores del centro – una utopía que no existe – y llevado a sus máximas consecuencias por Mariano Rajoy, ha sido la semilla que llevará irremisiblemente al fracaso y la desaparición, como fuerza de gobierno, a la derecha que, con gran trabajo llevara a la cumbre José María Aznar. Sencillamente, el creer – mejor intentar hacer creer a los españoles – que la moderación consiste en estar cagados de miedo durante toda la legislatura que les toque mandar; y que para llegar a mandar, hay que dar la sensación de que no importa aguantar carros y carretas, incluso la humillación de tragar un pacto deshonroso con la ETA y agachar la cerviz ante el yugo que Zapatero, en un pacto inmoral – como sobradamente se ha demostrado – impuso a los españoles, deshonrando la memoria de los que murieron por una España mejor.
La cobardía de Rajoy que se olvidó de cuantos desaguisados había hecho Zapatero para dedicarse solo a mejorar una economía que, también necesaria, podía alternarse con el saneamiento de la epidemia ideológica que, Zapatero, dispuesto a destrozar la reforma – y la Constitución del 78 -, había iniciado con éxito; ante la pasividad – todo hay que decirlo - de los acomodados cerebros de la derecha; y de un rey que, otrora firme y con personalidad, se había abandonado a los devaneos del catre y pensaba que, con sus arrimones a la izquierda, iba a seguir en su puesto; un puesto más que ganado durante muchos años, pero cuyos cimientos había ido lastrando él mismo, en una historia que había comenzado años antes con dos errores insubsanables e irreparables; el primero, la salida de Sabino Fernández Campos de la Zarzuela – decisión personalísima del rey -, cuando el Conde de Latores, además de una mente preclara, era a diario, la voz de la conciencia que mantenía la institución en un prestigio cuyo crédito se fue junto al honrado militar de Cantabria.
La salida de la Casa Real del ilustre militar, dejó vía libre a los desatinos de un hombre que con la edad, en vez de madurez, había almacenado demasiada frivolidad para quien, como mínimo, ha de aparentar lo que exige el cargo. Después, con la llegada de Aznar, que ató corto al poco comedido rey, hubo sus más y sus menos, pero se pudo mantener el recato en una institución, no solo necesaria, sino vital para España; con altercados acaecidos con leyes que no se pudieron sancionar en el momento preciso y hubo que esperar algún día; y algún que otro ministro que no pudo tomar posesión del cargo hasta uno o dos días después por la ausencia, del que sin otro oficio que ese, debía de presidir el evento. Desatada España en la decadencia, llegó el 11 M y con él, Zapatero, al que la monarquía le importaba un rábano; y sin ver el desastre que se avecinaba con semejante inepto, volvió la vida dieciochesca de un rey convencido – no hay otra explicación – de que la inmunidad era como la de los reyes medievales; pero eso, afortunadamente, ya no era así; y hoy nos vemos en la tesitura de ver tiritar a una institución que es la única que puede mantener a España unida en unos momentos cruciales como los que nos está tocando vivir.
Y, el segundo error grave del antaño rey y hogaño emérito, fue no recortar sus devaneos durante el gobierno de Rajoy, aprovechándose de la mansedumbre del gallego, incapaz de mandar enérgicamente en un país de crápulas; y que, estaba dedicado a otros menesteres que los de velar por la salud de la Constitución del 78. En aquellos momentos, el rey, debió de avisarle de sus errores, en vez de dedicarse – según se ha visto después – por entero, a la caza mayor; y, también a la “menor”, con señoras de alta gama y baja cama.
La Casa Real, se olvidó, al parecer, de que la prensa española ya en manos de la izquierda, gracias a la nefasta política de comunicación de Rajoy y su lugarteniente Soraya, ya no estaba bajo control y pasaba la – hasta esas fechas respetada – línea roja. Todo el mundo se había olvidado de que el semental, mientras es joven, causa admiración; pero cuando es viejo, además de preocupación, causa risa y durante el frío invernal, se le suele recluir en las cuadras más livianas con pienso verde y trigo molido; y, solamente se le permite algún que otro devaneo en aras a mantenerle feliz en el recuerdo; y, aunque en estos casos, la yeguada, aún suele estar disponible, ya lo hace movida solo por el dinero.
Nadie en la Casa Real, supo explicar al, a la sazón rey que, cuando aún muerdes, la prensa está callada, pero cuando la dentadura es postiza, las plumas se desatan y cada uno escribe lo que sabe, aunque no sepa lo que escribe. Hoy, en momentos tan graves, la derecha vuelve a meter la cabeza bajo el ala y deja que cuatro ignorantes bramen a sus antojos, sin salir en defensa sin tapujos ni consideraciones de una institución sin la que España sería un desbarajuste total que además de llevarnos a la miseria, nos llevaría al enfrentamiento. Solamente VOX, al que todos, incluido el PP, tratan como a un apestado, ha salido en defensa clara y valiente del rey actual, un hombre íntegro y cabal. Las declaraciones del presidente de Gobierno y de Casado, son paños calientes que, aún aliviando la irritación, no curan las rozaduras.
Y ahora, para colmo, el presidente se va a veranear a un palacio destinado al rey; y al rey, lo mandan a un lugar donde desde el primero hasta el último miembro del aquél gobierno, - totalmente catalanista - se ha declarado republicano. Y todos callan porque, según las nuevas normas del buen gobierno, la derecha ha de ser moderada. La izquierda puede llamar lo que le de la gana a cualquier español ya viva en la Zarzuela o en la triste choza de un arrabal. La izquierda no necesita moderación. Puede ser cierto, pero es más cierto aún que, a la derecha, le sobra cobardía.
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