El reggaetón de Pascal

Javier Adolfo Iglesias
07:00 • 13 ago. 2020

El Coronavirus es liviano y ligero, va saltando de cuerpo en cuerpo entre bailes, risas y contorneos de cuerpos como en un video de reggaetón.  


Mucho antes de este popular ritmo caribeño, Blaise Pascal, físico, matemático y filósofo, genio del siglo XVII, descubrió que el hombre no puede dejar de divertirse. Dijo en sus ‘Pensamientos’: “Nada es tan insoportable para el hombre como estar en pleno reposo, sin pasiones, sin quehacer, sin diversión (...). Siente entonces su nada, su abandono, su insuficiencia, su dependencia, su impotencia, su vacío”. 


El ser humano rellena estos días ese ‘horror vacuii’ con virus macerados en alcohol, con los que baila en cualquiera de los muchos botellones y fiestas ilegales. En una de ellas, en Torremolinos, el DJ Fali Sotomayor usó su boca como pulverizador sobre los muchos presentes sin mascarillas. Al día siguiente, la conciencia le propuso hacerse un selfie de perdón y arrepentimiento.  



Pascal atribuyó a la conciencia del hombre su dignidad en medio de su miseria.  Llamamos ‘inconscientes’ a los miles de tipos como Fali, y recordamos con el filósofo francés lo mísero y alto de nuestra condición:  “El hombre es solamente una caña, la cosa más frágil de la naturaleza, pero una caña pensante. (...) un soplo de viento o una gota de agua bastan para destruirlo. Pero incluso cuando el universo lo aplastase, el hombre sería todavía más noble que lo que le mata.” Lo lee el coronavirus y se parte el pecho antes de partírselo a tanto inconsciente que quiere divertirse. Pascal está tan demodé como hoy la conciencia.


Pascal también estudió el vacío, tanto en los líquidos como en el ser humano. Hoy la nada no es problema; en las últimas décadas, la superficie se volvió profunda y el vacío contenido. Y tan alegres y divertidos. La nada del ser humano se ha fagocitado a si misma como en aquel episodio de la Pantera Rosa en el que al final el fondo se tragaba a si mismo. La frivolidad no es hoy una vía de escapismo, es  el ‘Drum and Bass’ de nuestra vida colectiva. La ligereza es hoy el suelo de la pista que pisamos, sobre la que bailamos y perreamos con el virus. 



En el albor del siglo XX, el genial Nietzsche repudiaba la pesadez de las ideas y valores de la civilización nacidos del judeocristianismo. Proclamó la ligereza, por que el ser humano volara como los pájaros despojándose de las cargas de la moral y el conocimiento. 


Hoy no queremos nada que pese y nos arrastre a la tierra, ni la verdad ni la herencia social, evitamos la moral y el esfuerzo, pasamos de reglas y leyes, ni obligaciones ni lazos personales ni siquiera el sexo. ¡Y mucho menos la enfermedad! 



Giras la cabeza 360 grados como la niña de El Exorcista y ves ligereza por doquier: en los que derriban estatuas, en los que van a los toros, los que cantan el ‘violador eres tú’, los que graban en video a una matoncilla de la ESO; los que reprenden a un policía que ha detenido a un supuesto delincuente; a los que condenan sin ser jueces, a los que juzgan sin conocer y a los que proclaman la república, independiente o no, quemando contenedores  en medio de una economía de guerra.  


Hoy la diversión ligera es tan cómplice y aliada del virus como de la carcoma social.  Los pensamientos más sólidos son los que están impresos en los cuerpos cincelados de los DJs. El pájaro de Twitter le ha dado la razón a Nietzsche y las ideas vuelan por el espacio digital así de ligeras, sin carga de realidad, como el virus en cualquiera de las fiestas y botellones con ‘Pandemia Total 2’ de fondo. Si Nietzsche tenía razón, Fali Sotomayor es su ‘superhombre’. También Pablo Iglesias, que toma un buchito de ‘republicanismo’ de garrafón y lo expele sobre sus entregados seguidores.  


Nuestra divertida ligereza es pura comunicación; tal que Antena 3 anuncia muy en serio que han creado un ‘reggaetón’ para concienciar a los muchos sin conciencia. El panameño Edgardo Franco lo inventó hace ya tres décadas. El llamado ‘El General’ era un tallo de hombre fino y alto como la ‘caña’ de la que hablaba Pascal cuando en 1991 alcanzó fama y riqueza con sus primeras canciones de éxito: “Tu Pun Pun”, “"Te Ves Buena". o “Muévelo”. Pocos años después, el padre del reggaetón vivió una experiencia radical como la que tuvo Pascal. Al igual que el científico y filósofo dió el salto a la religión sentida, el padre del reggaetón se hizo pastor evangelista. 


No creo que la fe de estos dos nos salve del coronavirus, pero si el Homo Sapiens tiene que desaparecer de la faz de la tierra mejor que ponga ya a perrear su conciencia y lo haga con la ligera y rítimica dignidad de una caña pensante. Y bailante: “¡Mueve tu con, con...!”.


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