Quedan dos semanas escasas para que llegue el temido septiembre. Y ahí está el huracán que viene. La rebelión municipal que ha hecho estallar la Federación de Municipios y Provincias, que era de las pocas cosas que funcionaba con armonía política... hasta ahora, claro. La absurda batalla parlamentaria desatada por la moción de censura de Vox. El regreso al curso escolar marcado por el temor a los rebrotes del virus, que auguran un otoño de angustia.
Las próximas cifras del paro, con el hundimiento del sector del turismo. Los Presupuestos, imprescindibles para que lleguen esas ayudas europeas. La crisis de la principal institución del Estado. Y Cataluña este otoño, ay Cataluña. La enumeración podría ser más larga, pero creo que es suficiente para preguntarse qué es lo que los dos principales líderes políticos del país, Pablo Casado y Pedro Sánchez, no entienden del contenido de la palabra 'patriotismo'.
Encarar la tormenta perfecta, que nos llega inexorablemente, con la misma barquichuela de la desunión, el sectarismo, el partidismo en el peor sentido, la miopía y los egoísmos que han caracterizado desde hace demasiados años la política española es condenarse al naufragio. Viajamos demasiados millones de españoles en esta patera como para permitirlo. Creo que estamos autorizados, hasta obligados, a reclamar un urgente cambio de rumbo. No puede ser que cada semana empeore el panorama político y, por ende, el económico y, por tanto, el sanitario y, claro, el moral. ¿Cómo puede entenderse que Pedro Sánchez y Pablo Casado lleven más de cien días sin hablarse más allá de los intercambios de invectivas en el Parlamento, cuando el Parlamento, claro, estaba abierto?
Si Sánchez y Casado no se reúnen ya, ya mismo, a la vuelta del presidente de Las Marismillas y de donde diablos se encuentre el líder del PP, y aborden de consuno todos los temas arriba mencionados, además de otros muchos, que incluyen cuestiones más puntuales, pero urgentes, como la renovación del poder judicial y del Tribunal Constitucional, estaremos perdidos sin remedio. Y me parece que no exagero.
Atribuyo la falta de voluntad dialogante de Sánchez al temor de producir roces con su socio de coalición, algo realmente increíble vista la situación interna que --presunción de inocencia siempre por delante, desde luego-- afecta a Unidas Podemos y a su líder y vicepresidente del Gobierno. Atribuyo la falta de iniciativa pactista de Casado a las tensiones en el interior de su propio partido.
Son más que evidentes en distintas manifestaciones, como las de la portavoz parlamentaria Cayetana Alvarez de Toledo, clara partidaria de acuerdos 'con el otro lado', lo mismo que su no tan amigo Núñez Feijóo, o el castellano-leonés Fernández Mañueco o como, creo, el alcalde madrileño y la propia presidenta de la Comunidad de Madrid, que piensan que la hostilidad por la hostilidad contra el Gobierno zozobrante no va a significar automáticamente una victoria electoral para el PP. Lo dicen las encuestas y el sentido común.
Si Sánchez piensa prorrogar durante toda la Legislatura esta coalición con Pablo Iglesias, enfrentado en todo y todo el tiempo al Partido Popular y aferrándose al precario y variable apoyo de los nacionalistas y separatistas, que vaya abandonando las esperanzas. Si Casado cree en un rápido desgaste --más aún-- del Ejecutivo y que ello llevaría a unas elecciones y a la victoria del PP en las mismas, más vale que vaya pensando en que esta apuesta le puede costar el liderazgo de su partido y de la oposición.
No pido solamente que ambos se encuentren con urgencia, en La Moncloa o donde sea, y que cubran el expediente con un apretón de manos y unas declaraciones no demasiados pugnaces. Pido un avance significativo en la gobernación del país. Sánchez y Casado tienen aún la oportunidad de mostrar que son unos estadistas, pero no podrán serlo cada uno por su lado, de manera individual. El líder del PP debe, en mi opinión, facilitar que Sánchez venza el principal motivo de su insomnio. Y el presidente, aprender a dormir sin extraños compañeros de cama echándole el aliento en la nuca. Quince días les quedan.
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