No teníamos un agosto tan intenso en noticias desde que Sadam Husein invadió Kuwait en 1990. Abominable acción aquella que agradecieron en secreto los periodistas de guardia, por haber elegido un 3 de agosto. Sadam salvó el verano. Este año, en cambio, atracón informativo estival: avance inquietante de la pandemia; salida de España de Don Juan Carlos, con novela corta de intriga sobre su paradero; inaceptable acoso a la familia Iglesias-Montero (todos los escraches son inadmisibles, incluidos los promovidos por Podemos); cese inesperado de Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz parlamentaria del PP; vacaciones en Lanzarote del presidente Sánchez con críticas de algunos políticos de la derecha porque “aparece riéndose mientras el Covid avanza” cuando la foto era de 2018; la Champions aplazada, con el 8 a 2 como bandera de la decadencia del Barça, frente al Sevilla F.C. hexacampeón de la Copa de la UEFA; fuera, la imagen de un Trump con miedo, acorralado en las encuestas, y Bolsonaro aupando a un enano al que confundió con un niño. Con todo eso y más, el espectáculo no ha estado en las playas, ni en las discotecas cerradas a la una, sino en los medios.
Agosto es agotador informativamente; pero prepárense para un septiembre que se adivina negro: por el regreso masivo a ciudades donde las cifras de contagios están disparadas -Madrid y Barcelona especialmente- más la presencialidad que se quiere retomar en muchas empresas y por la vuelta al cole y la universidad temida por todos. Algunos memes son ácidos: “Si no pueden controlar los piojos en clase, van a controlar el Covid”.
Temerosos del desastre, algunos dirigentes autonómicos que se desgañitaban porque Moncloa les había intervenido competencias, declaran ahora asustados, con los deberes sin hacer, que mejor que sea el Gobierno quien organice la vuelta a las aulas. Y lo piden días antes del acontecimiento. Por si faltara alguien desafinando en la penosa representación, un sindicato de enseñantes en Madrid ya convoca huelga para el primer día de clase. Así suena España ahora mismo: desafinada. Solo entonan algunas autonomías previsoras del inicio de curso controlado, como la valenciana especialmente, y poco más.
Si la Administración del Estado fuera una empresa privada lloverían los despidos justificados por no haber atendido la tramitación del Ingreso Vital Mínimo del que dependen muchas familias. Solo 4.154 peticiones reconocidas sobre más de 714.000; no llega al uno por ciento, o sea, un récord de ineficacia escandalosa que justifica una profunda y urgente reforma de la Administración, tarea eternamente aplazada para no perder votos clientelares. El ministro José Luis Escrivá, uno de los mejores, salió a calmar ánimos asegurando que “en septiembre y octubre, todo se normalizará”, con contundente respuesta de UGT: “No se puede comer retroactivamente”.
La memoria popular española guarda una canción de Gelu, de los años 60, que rezaba así: “Cuando llegue septiembre, todo será maravilloso”. Aplica para 2020, pero nos tememos que al revés. Con todo, el verano ha mitigado los rigores y las depresiones del confinamiento. Pero, cuidado: si Pedro Sánchez ha interrumpido sus cortas vacaciones, quizás se deba a que sabe algo que aún se nos escapa. Mejor que sea un susto de encuestas y no de virus. Atentos a las noticias.
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