Lo que trasluce en la calle, salvadas las declaraciones rutinarias, tras las que se esconde la falta de transparencia y un cierto trilerismo, es que, hoy por hoy, es Inés Arrimadas el único ariete que nos queda frente al 'pablismo' (de Pablo Iglesias, naturalmente). Ello, claro, va a convertir a la dirigente de Ciudadanos en el principal objetivo a batir, no de manera frontal desde luego, para que Unidas Podemos intente llegar a sus últimos objetivos. Que no siempre son, por cierto, los mismos de Pedro Sánchez.
Pablo Casado se mostraba, pocas horas antes de su 'cumbre' de este miércoles con Pedro Sánchez, bastante poco proclive a llegar a pacto alguno con el presidente del Gobierno. La suya es, sin duda, una opción: mantenerse como oposición frontal al Gobierno mientras en él siga alojada la formación morada. Sánchez insiste en que la coalición con UP es indestructible, por muchas diferencias que se evidencien o que se escenifiquen. Ya veremos. Pero de momento no habrá, salvo sorpresas de última hora -Sánchez es muy capaz de sacar un conejo de urgencia de su chistera de ilusionista--, apoyo del PP a los Presupuestos que ya urge sacar adelante. Así que todo, o bastante, queda en manos de Inés Arrimadas, con la que el presidente se verá por la tarde.
Figuro entre quienes piensan que la líder de Ciudadanos ha dado el giro adecuado a su formación, embarrancada y hundida en el 'no a todo' en los tiempos de Rivera. Otros piensan que lo que hace Arrimadas es, en realidad, dar árnica al Gobierno de Sánchez y permitirle mantener su coalición con Podemos. A mí me parece, por el contrario, que nadie como ella está horadando las ambiciones de vuelo de Pablo iglesias: doña Inés ha insistido en las últimas horas en que su propósito es 'despodemizar' los Presupuestos todo lo posible. Sabe que, con su mano tendida a Pedro Sánchez, no podrá lograr, a corto plazo y con apenas una fuerza de diez escaños, el estallido de la coalición y la salida de la misma de UP, pero sí un debilitamiento de Iglesias. Luego, a medio y largo plazo, Dios dirá.
He sido crítico con algunas actitudes de Arrimadas, especialmente con su retirada de Cataluña, que ha tenido desastrosos efectos para su partido en aquella Comunidad. Pero creo que ahora, con una interlocución privilegiada en La Moncloa y, al tiempo, apoyando gobiernos autónomos presididos por el PP, pienso que tiene la oportunidad de jugar una política de Estado, desde un auténtico centro, moderando la actividad de un Gobierno con ocasionales tentaciones 'gauchistas'.
Qué duda cabe de que, con su actual posición, Arrimadas puede desempeñar un papel interesante para la nación, y lo tendrá que hacer desde la soledad, con el PP acusando a Ciudadanos de complicidad con Sánchez y con el propio Sánchez molesto por las críticas que su imprescindible 'aliada' prodiga al Gobierno, especialmente a la parte 'morada' del mismo. Para no hablar, por supuesto, de las presiones de los 'casadistas' para que Sánchez se deshaga de Arrimadas y de sus ofertas, que por suerte es algo que parece que el presidente no está, por su bien, dispuesto a hacer.
Pienso que Ciudadanos, con el liderazgo de Arrimadas, tiene ante sí un camino duro, difícil, pero muy atractivo. Mucho depende de que los ´naranjas´ dejen de pensar en si su actitud actual les va a dar o restar votos en las próximas elecciones. Eso, ahora, en unos momentos de zozobra nacional, es lo que menos importa. Y los demás líderes deberían saberlo.
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