El presidente del Gobierno reunió el pasado lunes a grandes empresarios y a una representación de la sociedad civil para supuestamente presentar un ambicioso plan de reformas que brilló por su ausencia. Sánchez ya nos tiene acostumbrados a largos y vacíos discursos.
El lunes lo hizo de nuevo. Conceptos como unidad, resiliencia, ecología, feminismo o digitalización son los que lleva transmitiendo desde hace meses y que la realidad se empeña en desmontar. Casi desde el inicio de la pandemia, que no quiso atender para no suspender la manifestación del 8-M, nos viene atizando discursos en los que habla de unidad y diálogo.
Sin embargo, no ha hablado con nadie fuera de su órbita, ha obviado a la oposición, ha mentido con los números de la crisis sanitaria y no ha puesto en marcha un plan serio para minimizar el impacto de la crisis económica. Más bien al contrario, las medidas han sido tardías, incompletas y rodeadas de burocracia.
En su conferencia, de nuevo dejó algunas cosas claras al no convocar a los representantes de las pequeñas y medianas empresas y de los autónomos que dan empleo al 90% de los trabajadores de este país y a los que está dejando atrás, a pesar de los eslóganes. Muchos no se levantarán, pero eso no parece importar a Pedro Sánchez, que no fue a escuchar sino a que le escucharan.
Muchos observadores ya advirtieron del fin último de este encuentro y que no era otro que presionar a Pablo Casado, líder de la oposición, para que trague con lo que el Gobierno le ponga delante, bien sean los Presupuestos o cualquier plan de recuperación.
Ahora, "España puede" es el último invento de la factoría. Un mensaje hueco y obvio. Claro que podremos, pero con este Gobierno lo haremos con mucho dolor. No hay un borrador de Presupuestos, ni un cuadro macroeconómico, ni planes que enviar a Bruselas para recibir el dinero acordado.
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