Ni que viviéramos una crisis sanitaria y económica que exigiera unidad. Ni que necesitáramos acuerdos para sacar el país adelante. Ni que fuéramos campeones en contagios de coronavirus en Europa, en esta segunda oleada. Ni que los sistemas sanitarios (muy poco reforzados) estuvieran exhaustos por el sacrificio de la primavera. Si todo eso sucediera, habría que actuar buscando consensos y soluciones. Pero como entienden que no pasa nada de eso, pues que prosiga el festival político de desencuentros y vetos cruzados, de divisiones internas y broncas parlamentarias. Decididamente, una parte importante de los políticos españoles está fuera de la realidad.
La ciudadanía, entretanto, se enfrenta a una dura vida y en los periódicos se leen noticias como éstas: “Crece la pobreza en Barcelona”; “Cáritas ayuda a personas que hace poco eran donantes”; “Caos en algunas ciudades ante el comienzo de curso”; “Un propietario denunciado por entrar en su piso cuando los okupas veraneaban en Ibiza”. Pero hay políticos que solo deben leer revistas del corazón, o deportivas, por no concluir que no leen.
“A mí nadie me advirtió de que Carles Puigdemont era un alocado”, confesaba en privado Artur Mas a algunas personas solventes en Barcelona. Es decir, que nombró sucesor en la Generalitat a una persona sin informarse debidamente de sus desvaríos. Ahora Mas y Puigdemont están enfrentados y el espacio convergente, hegemónico con Jordi Pujol, estalla en tres o cuatro partidos. “Yo era convergente hasta la médula -señala un alto ejecutivo bancario- pero Artur Mas montó este lío y me he alejado totalmente. Lo que no entiendo es como tantas personas aún no se percaten del fiasco”.
Entretanto, en España se juega una partida vital para aprobar un Presupuesto del Estado para 2021 que permita gobernar con estabilidad. Pedro Sánchez, reclama que “ya que España se ha entendido con Europa, falta que España se entienda con España”. Cierto y deseable. Pero el drama es que preside un gabinete donde su socio Podemos va por su cuenta y está en el espectáculo, que no en la gobernación. Vox presenta una moción de censura que quizás Sánchez agradezca porque siempre cohesiona. Pablo Casado sigue instalado en el “No” a cualquier negociación importante, desoyendo incluso a los poderes económicos que le recomiendan entendimiento. Hay un PP -que no es el que gobierna, como Núñez Feijóo, Moreno o Mañueco- anclado en la ensoñación de que Sánchez se va a caer de pronto. No se percatan de que hay una derecha moderada, con Inés Arrimadas al frente, que gana credibilidad porque anuncia una política constructiva.
En medio bailan Esquerra Republicana -siempre impredecible-, el PNV, con disposición a entenderse por su alianza con los socialistas en Euskadi, y los diputados proclives a dialogar: Iñigo Errejón, Compromís, el de Teruel Existe, que resultó decisivo para formar gobierno, y alguno más. ¡Ah! y la última sorpresa: cuatro diputados del PDCAT que, con condiciones, quizás apoyen el Presupuesto después de que Torra (o sea, Puigdemont) los echara del Govern de mala manera.
Mientras, CaixaBank y Bankia anuncian una fusión con sede en Valencia y gobernada por dos vascos, Goirigolzarri y Gortázar Rotaeche. Torra y otros se enteraron por la prensa. O quizás aún no lo sepan. Están en sus batallitas, fuera de la realidad.
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