Decía Manuel Azaña que si cada uno hablase solo de lo que sabe, reinaría en España un gran silencio. No obstante, yo me voy a arriesgar y, como es habitual, voy a hablar de música.
Los jazzistas —por si desconocéis el dato— no han salido de su propio estado de alarma. Los músicos que se dedican en cuerpo y alma a intentar vivir de esta noble forma de enfocar la música, quizá son los que están sufriendo con más virulencia los efectos de la pandemia.
No se conocen casos de contagios en festivales o en pequeñas salas que, a duras penas, han intentado programar conciertos, pero han sido de los primeros en caer ante una administración que no ha visto peligro en algunas reuniones y/o manifestaciones tan multitudinarias como innecesarias. Y no voy a poner ejemplos, porque todos los sabemos de lo que hablo.
A nivel nacional pocos festivales se han atrevido a desafiar al virus. Le han echado valor los míticos de Vitoria y San Sebastián, con aforos reducidos y una programación en la que han tirado de las grandes figuras de nuestro propio país, constatando que se puede confeccionar un magnífico cartel con lo mucho y bueno que tenemos dentro de nuestras fronteras en lugar de tirar de packs pre-fabricados en donde a veces meten tres gatos por cada liebre. Desde la web de TVE aún podéis disfrutar de fabulosas actuaciones como las del trío de Chano Domínguez, Jorge Pardo con Benavent y Di Geraldo, el ensemble de Perico Sambeat homenajeando a Zappa o el hard bop de Rubén Salvador.
Encomiable también el esfuerzo de algunos locales y asociaciones de la tierra, que no parecen dispuestos a tirar la toalla. El Aku Aku de Mojácar ha logrado mantener su programación durante toda la temporada veraniega, y lugares como La Guajira o Clasijazz han hecho lo propio mientras se les ha permitido. Desde hace algunas semanas intentan no suspender, reinventándose mediante emisiones online de sus conciertos.
El virus mata a personas, pero también está matando ilusiones, posibilidades de trabajo y, con la colaboración de algunas autoridades, está consiguiendo acabar con la cultura. Los músicos necesitan todo nuestro apoyo y me falta espacio en esta columna para explicar su precaria situación laboral.
En tanto en cuanto se van resolviendo sus problemas, si os importa su arte comprad sus discos y acudid a sus conciertos, en directo o de forma virtual. No creo estar poniéndome demasiado apocalíptico si os aseguro que la señal que indicará que todo termina llegará cuando dejemos de escuchar notas musicales. El gran silencio se producirá por razones muy distintas a las que soñó Don Manuel.
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