Rafael Torres
22:55 • 05 dic. 2011
La ministra de Trabajo y Política Social del Gobierno italiano, Elsa Fornero, rompió a llorar cuando anunciaba que la inflación se va a ir comiendo inexorablemente las pensiones, pues uno de los "recortes" del "plan de ajuste" italiano consiste en dejar de adecuarlas al incremento del coste de la vida. Elsa Fornero, que al parecer conserva algún adarme de sensibilidad, debió sentir como injustas y lesivas sus palabras mientras las iba pronunciando, pero sus lágrimas brotaron también porque, a resultas de la despiadada Revolución de los Ricos, su cargo, desde el que habría de laborar por el bienestar de la gente, particularmente de la más vulnerable, se desnudaba de todo sentido: anunciaba pobreza y malestar.
Las comparaciones son odiosas, sobre todo para los que salen malparados, de suerte que no es cosa de comparar a Elsa Fornero con María Dolores de Cospedal, ni el sentimiento, resuelto en lágrimas amargas, de la una, con la aparente carencia de resonancia emocional de la manchega al anunciar que retiraba las pensiones de 400 euros a treinta y tantas mil viudas, uno de los "recortes" a ejecutar por su guillotina. Para comparar, en todo caso, habría que saber, y no sabemos, cuáles son los ingresos y los bienes de la ministra italiana, a fin de conocer si sus lágrimas son o no de cocodrilo, pero sí sabemos que Cospedal ha ido sumando sueldos y remuneraciones hasta levantarse, sin contar otras rentas, cuarenta millones de pesetas al año, como también sabemos, si las informaciones se ajustan a la verdad, que anda haciéndose un cigarral, una suntuosa casa de campo, por valor de dos millones y medio de euros. Hay que tener mucho valor para empobrecer a los demás mientras uno se enriquece, aunque en eso consiste precisamente, para algunos, la "crisis" actual. Pero las comparaciones son, además de odiosas, absurdas: a lo mejor Fornero tenía motivos para llorar, y Cospedal, no.
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