Los de Puigdemont, reagrupados tras las confiscadas siglas de JxCat, acusan sin complejos a los de Junqueras (ERC) de "complicidad con Madrid". No les perdonan que decidieran unilateralmente la investidura de Sánchez y la mesa de diálogo sobre Cataluña. Así que ahora piden a Torra que no tenga prisa en reactivar la "mesa". Y temen con razón que Sánchez y Junqueras están planeando la conquista del poder en Cataluña con la ayuda podemita de Iglesias y Coláu.
Con el rechazo a la republica catalana en su punto demoscópico más alto, lo dicho es el cuento de la lechera en el subsuelo de la política catalana. Pero no solamente ha sido la división interna del independentismo el desactivador de Diada de Cataluña. También el virus y el hartazgo de los catalanes.
A pesar de todo, el president y sus costaleros no han derogado sus planes de un septiembre negro antiespañolista. Ahora todo conspira contra el ardor guerrero del separatismo furioso. A saber: miedo al contagio por la Covid19, un cada vez más áspero enfrentamiento ERC-JxCat, la falta de carisma personal de Torra y un perceptible cansancio social respecto a la fantasía del Estado propio.
Si la sala de lo penal del Tribunal Supremo, que se reúne este jueves para estudiar el consabido recurso del acusado, confirma esa inhabilitación por desobediencia (vista breve, fallo sin prisas), la sentencia del TSJC ya será firme y Torra cesará inmediata y automáticamente en el cargo. Pero lo que diga el BOE no ha de coincidir por fuerza con lo que haga el personaje, que no parece dispuesto a colaborar con los designios legales.
La gran incógnita es si convocará elecciones un minuto antes de conocerse el fallo definitivo del Tribunal Supremo o si, como se teme, tratará de enredar con situaciones de hecho, incluso a la contra de sus socios de ERC, aplazando la convocatoria electoral y obstaculizando de hecho la investidura de un sucesor en la presidencia de la Generalitat.
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