El alto porcentaje de tontos contemporáneos que existen en España por kilómetro cuadrado no está comprobado de manera empírica, pero se comienza a sospechar que, o bien ha habido un notable aumento en los últimos meses, debido a la pandemia, o puede ser debido a que un gran número de ellos se ha introducido en puestos públicos, y las tonterías contemporáneas son mucho más notorias por la relevancia que adquieren sus iniciativas a través de la tribuna que proporcionan las instituciones.
Francina Armengol, presidenta de la Comunidad Balear, ya tuvo una iniciativa deslumbrante, que logró que huyeran alguno de los buenos pediatras que había en las islas, al exigirles el conocimiento del catalán para ejercer su profesión. Y es que doña Francina, como farmacéutica en excedencia, sabe muy bien que a un niño nacido en Baleares, aunque su padre sea alemán o su madre murciana, no le hablas en catalán y el niño no se puede curar hasta que viene un pediatra catalanohablante.
Pero sus firmes convicciones han sufrido un notable retroceso, porque ya admite que el personal de limpieza de las escuelas pueda pasar la fregona sin ese requisito. Hace nada, si no dominabas el catalán la autoridad autonómica te impedía manejar la escoba, pero dada la necesidad de tener las aulas limpias y los pupitres desinfectados, se permite que esa tarea la puedan hacer personas castellanoparlantes.
Y, en un municipio madrileño, los concejales de Podemos han solicitado que se prohíba comer carne, al menos los lunes. Pues mira, van a tener suerte, porque viendo la deriva de este país, dentro de unos meses, ni en ese municipio, ni en cualquier otro de España, van a existir muchas familias que puedan comprar carne. A lo mejor -¡quién sabe!- los de Podemos tienen datos fiables de que eso va a ocurrir, y esos concejales quieren que sus convecinos se vayan entrenando. Siempre es un consuelo saber que no comes carne, no por ser pobre, sino porque está prohibido.
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