No voy a fingir sorpresa, pero no por ello voy a dejar de pensar que es temeraria esa capacidad que tienen algunos de hablar de todo lo que les pongan por delante, ya sea inmigración, agricultura, violencia de género o cualquier cosa, hasta de urbanismo y medioambiente, que son dos de los elementos que cuando los juntas puedes crear sin esperarlo una nueva fórmula de la pólvora. Es decir, al final siempre explota y nadie quiere hacerse cargo de los destrozos.
Y ahora que parece que ya ha pasado la tormenta, pero que no es así. Ahora que el verano ha acabado y quedamos por aquí los de siempre, toca tomar los pedazos de lo roto y volver a juntar los elementos. Toca poner cada uno en su lugar, recomponer un entorno en el que todos quieren meter la mano, sobre el que todo el mundo sería capaz de escribir un auténtico tratado, pero para el que nadie se rasga la cartera, y del que todos han aprendido a sacudirse el polvo. Y si, les voy a hablar de los Genoveses, de La Fabriquilla y de lo que es más importante, de la necesidad de tomar decisiones que aporten seguridad jurídica a un entorno al que se maltrata constantemente hablando de más y actuando de menos.
Y quizás, para hablar de Los Genoveses, de lo que puede llegar a pasar, sería bueno que también lo hagamos de La Fabriquilla, la parte menos habitada, la más minúscula de las pegadas al faro de Cabo de Gata y que es término municipal de Níjar. Pequeño, singular, extraordinariamente protegido y por el que una sentencia dice que el Ayuntamiento de Níjar debería pagar una indemnización millonaria por lo que dejaron de ganar los promotores que en su momento quisieron hacer una determinada e importante construcción. Vamos, un desarrollo urbano con todos sus edificios, calles y servicios. Obviamente esa decisión judicial está recurrida, pero ello ya implica que es la administración local quien se rasga la cartera para hacer frente a ese acoso por el que parece que el negocio no es construir, sino decir que se hará para que te lo denieguen y así poder ganarle a una administración lo que no te da el mercado.
Bien, el resumen del caso de La Fabriquilla es terminar de dilucidar si, como dice la norma, el interés medioambiental está por encima del interés social, porque este último es tan amplio que jurídicamente es indeterminado, y cuando en la jerga legal se usa esta definición es como decirte que abras el paraguas porque va a llover. Y ya se sabe, nunca llueve a gusto de todos, pero debemos tener en cuenta que si algo se frena por interés ambiental, que depende de la Junta, no nos cuesta dinero. Si la defensa es desde el interés social, al final terminamos pagando vía sentencia.
Entonces, si sobre el interés social prevalece el medioambiental, obviamente una edificación en un lugar tan particular no tiene cabida ¡Pues venga! Todos de acuerdo, pero les recuerdo que el Ayuntamiento de Níjar ha sido condenado a pagar una indemnización por todo lo contrario. Y estoy convencida de que ganaremos, pero volvemos a lo de la lluvia que les decía antes.
Y ahora vamos a Los Genoveses, porque claro, un hotel genera tránsito, edificaciones, gestión de servicios generales y todo lo necesario para que funcione. Entonces, una vez construido ¿El particular ecosistema del Parque Natural sería el mismo que ahora en Los Genoveses?
Ahora la conclusión, que no es otra que una petición clara y concisa de que se concluya con esta pantomima. Hablar es fácil, pero quienes pagan al final son los ayuntamientos y si a mi, como a cualquier alcaldesa nos aportan desde la Junta de Andalucía un dictamen medioambiental contrario, obviamente ahí se acaban las discusiones. Si no lo hacen y tú terminas tomándote la atribución de proteger tu territorio vía interés social, pues al final pasa lo que pasa. Más o menos como lo que algunos pretenden que ocurra con La Fabriquilla.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/201106/hablar-es-gratis-pero-gestionar-no