El próximo 3 de noviembre, el Congreso de los Diputados realizará un homenaje a Manuel Azaña en el 80 aniversario de su fallecimiento en el exilio de Montaubán (Francia), donde reposan sus restos. El acto ha sido respaldado por todos los grupos parlamentarios salvo Vox, que se ha opuesto. Su portavoz parlamentario, Iván Espinosa de los Monteros, ha justificado su decisión explicando que “en los momentos en los que estamos de ataques a la monarquía y de ataques de ministros contra el rey, el homenaje es una inoportunidad, un ataque más”.
La planicie intelectual de algunos argumentos está adquiriendo extensiones inabarcables, incompatibles con el sentido común. Y considerar que un republicano no merezca un homenaje por su condición o que el homenaje a un republicano sea un ataque a la monarquía es de una simpleza perturbadora. Debería saber Iván Espinosa de los Monteros que Manuel Azaña es referente intelectual para muchos políticos que habitan en las antípodas de su ideología, y debería recordar que este hombre fue, entre otras cosas, el Jefe del Estado de una república democrática con la misma fuente de legitimidad que tiene el actual monarca: una constitución aprobada por los españoles. Debería recordar, además, que desempeñó esa dignidad en los años críticos en los que nuestra democracia intentaba resistir frente a los sublevados fascistas que querían, y consiguieron, acabar con ella. Tuvo menos suerte en ese empeño que el rey Juan Carlos, cuarenta años después, en el 23F.
Y debería conocer, finalmente, que este homenaje que ahora, 80 años después, rendirá el Congreso ya se lo rindió el rey Juan Carlos cuando en 1978 se reunió en México con Dolores Rivas Cherif, viuda de Azaña.
Ambos se fundieron entonces en un emotivo abrazo y ella le manifestó al rey que a su marido le hubiera gustado vivir ese momento porque siempre quiso la reconciliación de todos los españoles. Un deseo que quedó expresado para la posteridad en una reivindicación histórica, “paz, piedad, perdón” que nunca atendieron los golpistas. El rey le respondió: “Lo sé, señora, lo sé, he leído sus obras y lo sé”.
Quizás esa sea la clave, leer. Sé que el diputado tenía siete años cuando se produjo aquel histórico encuentro, pero siempre quedan los libros y las hemerotecas. Por cierto, quizás el rey Felipe debería plantearse asistir a este homenaje. Sería un noble gesto y resultaría muy divertido escuchar después las valoraciones del inefable Espinosa de los Monteros.
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