En España, lo de vivir en un chalet debe ser un talismán para medrar con éxito en la carrera política, razón por la cual los llamados en los últimos tiempos a salvar a la patria de todas las añagazas imaginables e inimaginables se apresuran a pillar uno cuanto antes.
Se sabe que a través del trabajo duro, sacrificado, constante y honrado, en nuestro país no se amasa una fortuna, ni pequeña ni grande, a los treinta y tantos o cuarenta años, ni tampoco se tiene la perspectiva de haberla amasado a los cincuenta o sesenta. Para vivir en un chalet próximo a la capital o en el mismo corazón de ella, cual han logrado hacer en un plis-plas los ciudadanos que atienden al nombre de Pablo Iglesias y Santiago Abascal respectivamente, existen otros recursos, y dejando a un lado aquellos castigados por el Código Penal, hay dos que, machihembrados, dan, al parecer, óptimos resultados: la política y la farsa.
Siendo muchas las cosas que les separan, otras muchas emparentan a Iglesias y a Abascal, y no sólo su ficticio y común extremismo o radicalidad. Una de esas cosas, su inclinación indesmayable a dar lecciones de todo a sus semejantes adolece, empero, de una laguna, la de la divulgación de la fórmula para vivir en un chalet de un millón de euros. No en uno de esos modestos en urbanizaciones dejadas de la mano de dios para juntar a la familia en celebraciones de paella y barbacoa, una de esas pomposamente llamadas “segundas residencias” con un par de arbolillos en el minijardín que nunca terminan de crecer, sino en un señor chalet.
Mucha gente sueña con vivir en un chalet, pero Iglesias y Abascal, tan jóvenes, ya se lo han comprado. No siendo el currículum laboral de ambos para tirar cohetes, es más, siendo el del segundo absolutamente virginal fuera de la política y sus mamandurrias, ya podrían hacer un hueco en sus inflamadas arengas para explicar a la gente cómo puede trasladarse un sueño a la realidad en tan poco tiempo. Es cierto que uno prosperó invitando a la peña a asaltar los cielos de la justicia social, y el otro atizando las brasas del guerracivilismo, cual le vemos y oímos éstos días en su moción de censura, pero ahora que uno ya está en su cielo con piscina y el otro en su trinchera con garaje, vestidor y tres cuartos de baño, podrían revelarle a la gente la fórmula para vivir en un chalet.
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