La segunda ola del coronavirus está siendo muy virulenta y generalizada. Las nuevas restricciones de todo tipo impuestas, tanto por el Gobierno como por las Comunidades Autónomas, va a provocar mucho dolor físico, pero también paro, cierre de empresas y caída de autónomos. Los servicios de estudios publican nuevas previsiones sobre la marcha de la economía española y todas son a peor. Sólo el Gobierno sigue insistiendo en que la recuperación se ha iniciado. Un mensaje que no se corresponde con la realidad de muchos de los datos que se van conociendo sobre la evolución del tercer trimestre. Estos días, el sector del turismo ya habla de más de 100.000 millones de pérdidas y de 700.000 empleos en el aire. La morosidad está en niveles altísimos y puede alcanzar el 15%, una cifra superior a la de la crisis anterior.
Mientras, el Gobierno sigue discutiendo el borrador de los Presupuestos para 2021. Ya intuimos por el Plan Presupuestario enviado a Bruselas que con la subida de impuestos planteados no se va a cubrir de ninguna manera el elevadísimo gasto que prevé el Ejecutivo. Así que es de esperar que, cuando revienten las costuras, las subidas fiscales afectarán a IRPF e IVA, es decir a todos los contribuyentes. La deuda pública en agosto ya roza lo previsto para todo el año, el déficit superará en 3 puntos porcentuales de PIB a lo previsto y no sabemos tampoco nada de los planes que hay que enviar a Bruselas para recibir la parte que corresponde a España del Fondo de Reconstrucción europeo. Sí sabemos que las intenciones se inclinan más por gastar que por invertir y habrá que ver si eso convence a nuestros socios. Sin olvidar que ya Calviño se ha mostrado partidaria de solicitar únicamente los fondos libres de intereses y que habrá que ver cómo sienta eso en Bruselas y en los socios, después de clamar y “presumir” de haber conseguido 140.000 millones.
La pandemia nos traerá semanas de sufrimiento, dijo el viernes Pedro Sánchez. Pero, la economía no se va a quedar atrás. “Hay que respirar y comer”, ha dicho el presidente de Mercadona. Y es lo que hay que conseguir. El Gobierno no se puede lavar las manos en materia sanitaria y debe olvidar el fomento del clientelismo en su política económica. Miles de vidas están en juego, pero también millones de proyectos personales y empresariales.
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