La vicepresidenta del Gobierno sigue en su plan de engañar a los ciudadanos. Hace unos días nos decía que la recuperación se puso en marcha en mayo. Apenas unas horas antes había dicho que se veía desde agosto y luego que en octubre había datos esperanzadores como el uso de tarjetas de crédito. Está claro que este Gobierno se ha propuesto tomarnos por tontos a todos los españoles.
El viernes sacaron las trompetas y las fanfarrias para valorar el aumento del PIB del tercer trimestre. La economía, según el INE, había crecido un 16,3% gracias al consumo y a la inversión. Lógico después de meses de confinamiento, restricciones y cierres. Lo que no les dijeron a los españoles, es que aún así la actividad de julio a septiembre es casi un 9% inferior a la del mismo periodo de 2019 y que únicamente se recuperó el 58% del PIB.
Además, esta semana conocíamos los datos de la EPA también del tercer trimestre. Y, de nuevo, el panorama que dejaba ver es desolador, ya que el número de desempleados aumentó en más de 350.000 y en el último año en casi 510.000. Sin tener en cuenta que aún 700.000 trabajadores siguen en un ERTE, más de 1,1 millones de hogares tienen a todos sus miembros en paro y el desempleo juvenil afecta a más del 40%.
La situación, por más declaraciones triunfalistas del Gobierno, es muy preocupante y precisamente los Presupuestos Generales del Estado aprobados el martes ahondarán en esos problemas. Mucho gasto y mal dirigido, más impuestos a diestro y siniestro y cero reformas que apoyen a las empresas para mantener el empleo, o que reduzcan el gasto en partidas y ministerios absolutamente prescindibles. Unas cuentas ideologizadas hasta la nausea. Veremos si Bruselas les da el visto bueno.
Es ya nuestra única esperanza dado los apoyos que recibirán en el Congreso y que de nuevo nos costarán caros en mayor déficit, deuda y políticas absolutamente equivocadas como la de limitar los precios de los alquileres que ya ha demostrado su absoluta ineficacia y distorsión del mercado inmobiliario.
El panorama es desolador y el escudo social ha resultado ser de juguete. Los autónomos caen por miles, las pymes cierran por decenas ahogadas por las deudas y la falta de ingresos y el cacareado IMV no llega en medio de un espectáculo lamentable entre Escrivá e Iglesias. Sólo cabe rezar para que no tengamos que lamentar un estallido social de proporciones inmanejables.
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