Lo siento, Fernando Simón tiene que irse

Fernando Jáuregui
01:10 • 03 nov. 2020 / actualizado a las 07:00 • 03 nov. 2020

El doctor Fernando Simón debe dimitir. O tendría que ser cesado. No (solo) por sus intolerables chanzas machistas en un vídeo que se ha hecho indignantemente viral y que me da hasta rubor comentar, sino porque no da una. No es momento ni para fiestas ni para bromas, cuando más de un centenar de personas muere cada día infectado por un virus contra el que las autoridades sanitarias de todo el mundo están perdiendo la batalla. Pero otros dan tal batalla con mayor seriedad que nuestro director del Comité de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias


Que sospecho que, con sus salidas folclóricas, con sus errores de previsión, con sus pasadas verbales, ya ni siquiera es útil para que la indignación popular no se centre en los superiores de este médico, que tiene un currículum meritorio, sin duda, pero cuya trayectoria en estos ocho meses de pesadilla y de pandemia ha ido decayendo y pasando del error puntual al ridículo.


No, Fernando Simón ya no sirve como pararrayos para que el ministro Illa quede en evidencia por su incompetencia. Y menos sirve para tapar los patinazos de Pedro Sánchez, de quien no podemos olvidar que el 7 de julio, sin que Simón dejara de reírle las gracias --bueno, en realidad nunca ha dejado de reírselas--, se proclamó vencedor frente al Covid, animándonos a todos a salir a la juerga veraniega.



Parece claro que, si se quiere imprimir una nueva dinámica en el combate a estas sucesivas oleadas de rebrotes que a todos nos hacen temer lo peor, lo primero será, como decía Einstein, no hacer ni decir lo mismo que hasta ahora, porque sería insistir en el fracaso y en el desconcierto: son necesarios cambios en profundidad y también en lo accesorio. No sé si Fernando Simón es lo primero o más bien lo segundo, un señor ofuscado por su propio éxito mediático, que se jacta de comparecer ante las teles con camisas inenarrables y que cree que puede hacer bromas soeces, secundado por dos cantamañanas, a cuenta de las enfermeras, que se baten el cobre en primera línea frente a la enfermedad más contagiosa que se conoce.


Ya sé que el mundo anda en cosas muy trascedentes, y que ahora lo importante es saber si alguien tan detestable como Trump --al menos para mí, conste: habrá quien le defienda-- va a seguir o no estropeando más el mundo. Pero mucho más vital, aquí y ahora, es vencer a una enfermedad que mata a nuestros mayores --y no tan mayores--, que nos encierra en casa, que arruina a buena parte de la sociedad, que arrasa con nuestra forma de vida, que nos hace lamentar que, cuando éramos felices sin darnos cuenta de ello, no supiésemos aprovecharlo a tope. 



Y, para vencer, insisto, lo primordial es restablecer la confianza de la tropa en los generales, en los portavoces, en los rostros visibles de la batalla, que no pueden cada día asemejarse más a un clown haciendo y diciendo eso, payasadas, dicho sea con todo el cariño hacia los payasos, claro.




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