Edad Media

Cayetano Martínez de Irujo, conde de Salvatierra, hijo de la Duquesa de Alba, afirma sin ningún miramiento que le gustaría volver a la Edad Media. Es la nostalgia propia de quien vive instalado en el pasado pero gozando de todas las prerrogativas dinásticas del presente. No me extraña, por tanto, que sus declaraciones hayan caído en Andalucía como las de un extraterrestre montado a caballo. Esto de llamarse caballero en una cultura inmovilista que ha quedado solo para los concursos hípicos produce anacronismos escandalosos. Mirada desde hoy, la Edad Media resulta un universo especial. El gran señor vivía en un castillo casi inaccesible rodeado de los siervos de la gleba. A cambio de la seguridad, los siervos le ofrecían no solo el trabajo de sus manos sino el derecho de la "prima nocte" que era nada menos que la cesión de poder cepillarse a sus hijas recién casadas. Ya se ve que aquello era un abuso de poder como no ha habido otro igual en un mundo tenebroso con unos caminos infectados de bandidos y soldados desertores que ya presentían el hundimiento del imperio romano. Sentir nostalgia por ese tiempo y querer dirimir los conflictos laborales a base de espadazos se parece no poco a la locura quijotesca de confundir los gigantes con los molinos de viento. Una larguísima lucha de siglos con mucha sangre de por medio ha logrado que los obreros, tal como los entendemos hoy, tengan derechos laborales, seguridad social, pagas extras, protección al desempleo, vacaciones etcétera. Por desgracia los señores del gran dinero nos están haciendo retornar de nuevo a la Edad Media, tiempo oscuros y peligrosos. No está solo el hijo de la Duquesa de Alba, le acompaña una tropa invisible de lanceros que están queriendo imponer la flexibilización de los salarios, el despido libre, la vuelta del franquismo, las no tan santas tradiciones junto a las fiestas de toros y cañas. Y todo ello envuelto en un clima de crisis que hace que los trabajadores ya ni siquiera puedan quejarse porque Zapatero sería ahora el señor explotador del castillo mientras que los ganadores de las elecciones habrían hecho suya la moral intacta del socialismo pese a algunos casos de corrupción sin importancia.