Sin su sempiterna cazadora vaquera, Adriana Lastra ha venido a entonar con calmada chulería “Los tiempos están cambiando” a Alfonso Guerra, Francisco Vázquez, Juan Ramón Jáuregui, Rodríguez Ibarra y tantos otros líderes históricos del socialismo español, que no comprenden y repudian el pacto socialista con Bildu para la aprobación de los Presupuestos.
“Yo siempre escucho atentamente a nuestros mayores pero ahora nos toca a nosotros. Somos una nueva generación a la que le toca dirigir el país y la dirección del partido socialista”, ha afirmado literalmente la portavoz parlamentaria del PSOE.
Su desprecio ha sido tan suave en las formas como rotundo en el contenido. Ha tenido la ira con la que Dylan se despachaba a los adultos vetustos en los años 60 de todos los cambios:
“Vamos, madres y padres
del mundo, no critiquéis
lo que no podéis entender.
Vuestros hijos e hijas
están más allá de vuestro dominio.
Vuestro viejo camino está
envejeciendo rápidamente.
Por favor, salid del nuevo
si no podéis echar una mano, porque los tiempos están cambiando”.
Desde hace mucho tiempo he venido detectando en nuestra España una zanja entre generaciones más grande que la del Cañón del Colorado. Es una brecha que en principio era amable, que no afecta a modas y costumbres, a la música yeyé y la minifalda como les ocurría a la generación del Preu con sus mayores. Pero llegado lo importante va al corazón de la convivencia y la democracia.
Lo constato cada curso entre mis alumnos, que no saben de forma mayoritaria qué pasó en la Transición, cómo se hizo la Constitución ni tampoco la forma tan cruel con la que ETA intentó acabar con nuestra democracia. Por ello llegamos al corazón de las tinieblas, o del absurdo. “Cuando una sociedad acepta lo absurdo sin reaccionar, es una sociedad en decadencia. Y aqui hemos visto estos días algunas cosas que son absurdas”, afirmó hace días uno de estos abueletes chochos con los que ya no se cuenta. Alfonso Guerra estuvo brillante en el programa ‘La Hora 1’ de TVE (lo pueden ver en youtube).
Entre los absurdos político-sociales recientes detectados por el antiguo e icónico número dos del PSOE están el pacto con ERC en la ley Celaá para la práctica erradicación del español en centros educativos del país; el hecho de que dos miembros del Gobierno atacaran al Rey sin ser cesados o finalmente el que el Gobierno y el PSOE confíen la aprobación de sus primeros presupuestos al apoyo de un partido como Bildu.
En esta entrevista, Guerra se centra en el papel de los antiguos batasunos en las cuentas del país que durante décadas intentaron destrozar a sangre y plomo. “Hay muchos españoles y desde luego muchos socialistas que tienen un nudo en la garganta y que desean gritarlo: ¡Con Bildu, no!, ¡con Bildu, no!”, declara el político sevillano con su habitual expresividad.
Se alega que los batasunos son ya un partido tan democrático como los demás y por tanto tan legítimo. Aunque fuera así (que no lo es), resulta que pasaron solo horas para que el líder de Sortu y parlamentario de EH Bildu Arkaitz Rodríguez declarara: “Vamos a Madrid a tumbar ese régimen”. El pobre Neville Chamberlain ha pasado a la historia por la ingenuidad de creer a Hitler en el llamado Pacto de Munich, pero meter en tu casa como aliado al enemigo confeso sería uno de esos absurdos de los que habla Guerra.
Fue otro gran político socialista quien hizo mucho para acabar con ETA. ¿Qué le diría hoy Lastra a Alfredo Pérez Rubalcaba? Fue Rubalcaba el que acuñó tras las elecciones de 2016 la expresión ‘Frankenstein’ para referirse a una posible investidura de Sánchez con el apoyo de Podemos, batasunos e independentistas catalanes.
“¡No es Frankenstein, es Fronkostin!” es uno de los chistes más famosos del filme clásico de Mel Brooks. Lastra aún no había nacido. No lo entiende. Absurdo es que el Gobierno quiera multar a un octogenario requeté que levante la mano al sol recordando la Falange de su juventud y que permita al mismo tiempo cientos de homenajes públicos a los asesinos etarras que salen de las cárceles sin atisbo de remordimiento. Lo denuncia la Unión Europea.
El doctor Fronkostin tiene a su Igor -perdón, Aigor- que busca entre cadáveres para tentar a la vida. Casi 900 cadáveres que de forma gratuita causaron con una crueldad inimaginable los ídolos de Bildu. Pablo Iglesias Aigor revuelve sin escrúpulos entre aquellos muertos, Miguel Angel Blanco, el capitán Barriós, el ingeniero Ryan...y con su joroba extiende su codo para celebrar que el monstruo absurdo está a punto de nacer.
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