Gabriel Rufián le ha cogido el gusto a la frase “doblegar y torcer el brazo al PSOE”. Es más, incluso se queja de que su labor parlamentaria consista, cada semana, en imponer sus criterios al Gobierno. No deja de ser una fanfarronada más, a las que nos tiene acostumbrados. Lo malo es que, últimamente, se está saliendo con la suya ayudado por Podemos y Bildu, con los que ha presentado una enmienda a los presupuestos para frenar los desahucios.
Con estos socios de legislatura, una parte importante del Ejecutivo, en concreto varios ministros que nunca se atreverían a exponer en público sus cuitas, agotan las reservas de tila de los supermercados para vencer la ansiedad. Porque no es ya la sinrazón de que el partido con el que compartes Gobierno, y que solo tiene treinta y cinco diputados, enmiende el texto que pactó en la Moncloa; es que confirma con este acto que el supuesto apoyo a las cuentas públicas de Bildu no fue a beneficio de inventario y “por responsabilidad de Estado”, como se desgañitan en hacer creer a la opinión pública desde el PSOE.
Es, más bien, la fotografía del nuevo trio de poder con el que Pablo Iglesias piensa protegerse de su pérdida de relevancia, una vez que el Congreso aprueba las cuentas públicas y Sánchez tenga garantizada la legislatura.
Porque esa carrera, no solo por consolidar el despacho en Moncloa, si no por el efectivo mando en plaza, no ha hecho más que comenzar. La airada e improcedente declaración de Sánchez en la Ejecutiva, contra los dirigentes territoriales del partido que habían osado criticar las injerencias de Podemos en la labor de Gobierno, demuestran, por un lado, su talante, y por otro la irritación que le produce la alegría con la que Pablo Iglesias vende en los medios sus triunfos en las guerras de poder y su “independencia” en pactar con quien compromete el futuro voto socialista.
La última encuesta del CIS (con un Tezanos, siempre a favor) empieza a mostrarse datos preocupantes: el electorado socialista no apoya la gestión de la pandemia y la figura de Sánchez pierde simpatizantes y valoración. Por otro lado, la reaparición estelar de Arnaldo Otegui, encumbrado por Iglesias a la categoría de “hombre de Estado”, siempre va a causar más rechazo entre los votantes socialistas que entre los de Podemos.
Así, mientras el presidente del Gobierno contestaba ayer en la sesión de control con vaguedades sobre los términos del pacto con Bildu, se hacia saber que se había dado la orden de “mimar” a Ciudadanos para que no rompa la baraja y se vaya con su apoyo a otra parte.
Asimismo, fue significativo el respeto ceremonioso mostrado por Sánchez en su respuesta al portavoz del PNV, Aitor Esteban, al que aseguró que siempre contarían con ellos para todo. No vaya a ser que, ofendidos por los cuernos con Otegui, ellos también cojan la puerta y dejen al sector socialista del Gobierno en manos de quien no quieren estar.
¿Empieza Sánchez a verle las orejas al lobo? Porque de nada sirve aprobar las cuentas, si pierdes el favor de la ciudadanía. Pan para hoy...
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