Muy al contrario de lo que se ha publicado en algún medio, yo no me mantuve en la política del negacionismo de la violencia contra la mujer, ni mucho menos. Quien me conozca sabe que no pienso así. Mi voto respecto del manifiesto contra la violencia de género fue la abstención, y ello motivado por las siguientes razones que me veo en la obligación de reproducir aquí, tal y como traté de hacer en el pleno, dado que se ha tergiversado mi posición tanto por partidos políticos como por varios medios de comunicación.
Yo no he negado nunca, ni lo voy a hacer, la existencia de este tipo de violencia y condeno cualquier tipo de violencia, especialmente aquella dirigida contra la mujer. Me alarman las cifras de asesinatos y agresiones como al que más. A mi no me hace falta que venga la sra. Mateos a explicarme el espíritu de la ley de violencia de género porque precisamente por mi profesión he conocido y he tratado bastantes más casos de los que verá ella en su vida. Más concienciación que la mía, ya les digo que es complicado.
Ahora bien, he podido comprobar como la aplicación de la ley contra la violencia de género ha supuesto de facto el cuestionamiento de la presunción de inocencia del hombre por los operadores jurídicos. Muchos de ustedes a buen seguro tendrán algún conocido que se han visto inmerso en algún tipo de denuncia en este sentido. Cualquier hombre sobre el que una mujer denuncie una agresión (aunque sea verbal) se ve obligado a sufrir unas consecuencias sociales y jurídicas. Y estas consecuencias, aun sin haberse celebrado un juicio con todas las garantías, acarrean no solo el estigma social y alguna noche (o noches) en el calabozo, sino una medida cautelar de alejamiento que puede durar años hasta que se celebre la vista judicial. Unas consecuencias que conllevan que un hombre no pueda volver a su casa y tenga que salir con lo puesto, que tenga problemas para acceder a su puesto de trabajo habitual, a tener dificultades para ver a sus hijos, a tener que ir acompañado constantemente por algún testigo cuando salga a la calle para disipar cualquier género de dudas, etc. Yo he tenido clientes que se han visto obligados a enfundarse una cámara y grabarse todos los días para acreditar sus propias acciones. Porque lo que se exige no es que la mujer pruebe que el hombre la ha agredido, sino que el hombre acredite que no ha agredido a la mujer. Y eso en muchas situaciones ocasiona injusticias que no deben obviarse. Es mi responsabilidad alertar sobre estos casos, que son numerosos, porque arruinan y han arruinado, literalmente, la vida y la reputación de muchas personas a pesar de que finalmente hayan sido absueltos con todos los pronunciamientos favorables. Sí, han sido absueltos, pero al hombre le han causado un daño para siempre. Y no, el fin no justifica los medios.
Insisto en que estoy a favor de la defensa de la mujer, del reconocimiento que todas merecen, de establecer mecanismos para su defensa y del agravamiento de las penas, sin ninguna duda. Pero es un hecho que con la situación actual se producen no pocas injusticias, y se hace necesario contemplar una revisión de la aplicación de la ley por parte de los distintos operadores jurídicos.
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