Fermín Bocos
22:06 • 16 dic. 2011
Los Estados Unidos se retiran de Irak con más pena que gloria. La invasión de aquel país árabe deja para la Historia 150.000 iraquíes y 4.500 soldados norteamericanos muertos. Víctimas de una guerra generada tras la invasión y ocupación del país bajo el pretexto de que Sadam Hussein, el dictador local, antiguo aliado de los norteamericanos contra el Irán de los "ayatollajs", disponía de "armas de destrucción masiva".
Tras la cruel experiencia de la guerra y posterior ocupación de Irak por tropas norteamericanas y británicas, la región ni es más segura ni políticamente es más estable. Irak se ha llevado la peor parte, pero también el pueblo americano ha sufrido el zarpazo de la guerra; no así los políticos - Bush,Cheney, Rumsfeld, Powell, Rice- que les embarcaron en aquella cruel aventura. Todos ellos se han ido de rosita. A los familiares de los muertos ni siquiera les queda el consuelo de que quienes mintieron para justificar la guerra puedan acabar ante un tribunal. Dado que los Estados Unidos no reconocen el Tribunal Penal de La Haya, difícilmente podría prosperar una iniciativa encaminada a sentar en el banquillo a quienes decidieron la guerra a sabiendas de que la razón aducida para invadir Irak -las famosas armas de destrucción masiva-, era una mentira, un pretexto.
A la vista del sombrío panorama, bien podríamos incluir la herida abierta que deja la guerra como una historia más en la muy universal historia de la infamia que aparejan todas las guerras relacionadas con la pugna por controlar los yacimientos de petróleo. Ni el presidente Barak Obama ni su secretario de Defensa, León Panetta, han justificado la guerra. Intentan pasar página con discreción y actos de bajo perfil porque saben, como todos, que nadie devolverá la vida a las decenas de miles de personas sacrificadas en Irak al dios del petróleo que protege a Arabia Saudita.
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