Pues sí, estas Navidades las pasaremos con la familia y poco más. La confusión creada por el Gobierno con ese termino difuso e impreciso de “allegados”, que venía a definir la imposibilidad de impedir por la Fuerza Publica millones de viajes sin un cierre perimetral de las autonomías, pasará a la historia como una más de las ocurrencias de este maldito 2020.
De momento, Andalucia, cuyo presidente Moreno Bonilla se ha convertido en el modelo a seguir para Casado (tal vez convenga recordar que, al ser un hombre de la vicepresidenta Sáenz de Santamaria, estuvo a punto de ser relegado), ha decidido que los allegados tendrán que esperar a una nueva oportunidad y que solo las familias, y sin amontonarse, podrán tomar el pavo y las uvas juntos.
Y esto no ha hecho más que empezar. El cauto y templado alcalde de Madrid, Almeida, ha decidido cerrar la Puerta de Sol y las campanadas sonarán en el vacío por primera vez en más de cincuenta años. Y es que epidemiólogos, científicos y médicos en general siguen reclamando medidas restrictivas para evitar una tercera recaída en las tasas de contagio que vuelva a subir las dramáticas cifras de muertos.
Este puente va a ser un termómetro del riesgo de las reuniones familiares. Igual que lo ha sido el Día de Acción de Gracias en Estados Unidos, donde, una semana después de que, liberados de Trump, los americanos se echaran a las carreteras para las cenas familiares, los niveles de contagios, ingresos y muertes han alcanzado su punto máximo.
No es buen síntoma que las carreteras de salida de Madrid y Barcelona registraran los atascos que se produjeron ya el jueves pasado. Pero, reclamar conciencia cívica, comportamientos éticos y responsabilidad social, cuando el Gobierno utiliza términos tan poco convincentes como el de “allegados” y las multas ni se han cobrado ni se van a cobrar por saltarse las normas a la torera, desincentiva hasta al más formal.
No obstante, resulta paradójico ese sentimiento que nos embarga de estar a las puertas del fin de la pesadilla. Entre otras cosas por la incesante publicidad que los laboratorios están haciendo de las ansiadas vacunas que, en el caso de España, ni están, y ya veremos si llegan en enero. Todo lo fiamos a las vacunas pero luego, dicen las encuestas, que más del cincuenta por ciento de los ciudadanos no se las quieren poner y prefieren esperar a ver que les pasa a los valientes que las prueben.
Es todo un contrasentido. Queremos salir, ver a los nuestros, allegados incluidos, en Navidad. Nos lanzamos a la calle de forma masiva a hacer compras como si fueran a cerrar los comercios, cogemos carretera y manta al menor festivo y no tenemos intención de vacunarnos... ¿alguien puede explicar como vamos a salir de esta?
O es que las cifras de muertos, día tras día, ya nos resbalan...
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