Día de los derechos humanos

Pedro Mena Enciso
00:19 • 08 dic. 2020 / actualizado a las 07:00 • 08 dic. 2020

Cuando contemplo las largas colas de personas buscando algo para comer o la situación dramática a consecuencia de la inmigración en Canarias y otras zonas de nuestro planeta, no tengo más remedio que pensar en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (10 de Diciembre de 1948). Si a esta realidad de pobreza, falta de trabajo…unimos la actual situación de pandemia que padecemos, nos podemos hacer una idea de la realidad que nos rodea y en la que estamos viviendo. Y es que detrás del problema sanitario se esconde una tragedia de grandes proporciones con familias en paro, sin recursos e incluso sin esperanza para retomar sus vidas donde las dejaron hace meses.


Si buceamos en la historia, descubrimos que desde la Declaración de Virginia en 1776 (todos los hombres son por naturaleza libres e independientes y tienen una serie de derechos inherentes que nadie les puede quitar) pasando por la Revolución Francesa (Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789), los Derechos Humanos están en constante construcción. Aquellas fantásticas ideas de “Liberté, égalité, fraternité” siguen hoy tan vivas o más que en aquel tiempo porque no todas las personas se ven reflejadas en estos principios universales.


Me gustaría proponer una mayor solidaridad planetaria. Hablamos de un cambio de mentalidad, de una revolución desde el interior de la persona, para construir un mundo más justo. Esto no será posible si antes no elaboramos un marco de valores morales compartido por todos.



Es triste hablar de Derechos cuando en la mayor parte del planeta una persona no puede cubrir las necesidades básicas de subsistencia y padece hambre y malnutrición o es discriminada por ser diferente. Nuestro mundo es plural e inmenso, pero estamos todos cercanos y nos influimos mucho más de lo que creemos. 


Por ello, para poder sobrevivir en medio de tanta diversidad, es preciso construir una nueva “ética mundial”, ponernos de acuerdo en unos principios básicos mínimos para humanizar este mundo que ya está suficientemente globalizado. Al mismo tiempo, es necesario un amplio margen de libertad para no terminar por convertirnos en una especie de producto de laboratorio: controlados, robotizados e informatizados. Así pues, tenemos que consensuar una filosofía moral de mínimos, universalmente aceptados y, a partir de ahí, ¡ libertad!



Para finalizar esta reflexión, me gustaría apuntarme con John Lennon a los derechos humanos en un nuevo mundo: “Imagina que no hay posesiones, no sé si podrás; que no hay necesidad, codicia o hambre, sino una hermandad de hombres; imagínate a todo el mundo compartiendo todo el mundo. Dirás que soy un soñador...”





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