Merry Christmas!

Cristina Torres Ripoll
07:00 • 16 dic. 2020

Siempre me asalta la duda de cuándo es apropiado desear una feliz Navidad y próspero año nuevo. Hay quien se contagia de ese espíritu navideño con las luces del alumbrado municipal y en mitad de noviembre te espeta un “Feliz Navidad” sin contemplaciones. Por suerte, son pocos entre mis allegados –en el sentido más estricto de la palabra–.


Considero que la expresión “contagiarse de espíritu navideño” es un tanto inadecuada en tiempos de pandemia, pero esta es nuestra otra gran plaga y alcanza su pico máximo tras la primera semana de diciembre. Entonces se recuperan tradiciones ancestrales como las flores de pascua, la empatía, la amabilidad o el árbol de Navidad. Aunque también vuelven costumbres menos benevolentes como los petardos, los balances anuales o las listas de buenos propósitos.


Disfrutar de un atardecer, abrazar con más intensidad o pasar más tiempo con los tuyos se repiten en cada uno de los balances que alcanzo a leer. Muchos se cuestionan si salieron mejor de todo esto. Ya os adelanto que no. El gimnasio, perder peso o los idiomas son propósitos prepandémicos.



Recuerdo cuando mi amiga Carmen decidió, tras una desafortunada cita tinder, comenzar a estudiar inglés. Un propósito como los de antaño. Ella, atraída por el lado más bohemio de la ciudad, se dejó invitar al cine para ver la última de Yorgos Lanthimos, The Lobster. Carmen descubrió esa misma tarde en qué consistía la versión original y, cuando su match le preguntó por el final, concluyó: “Voy a tener que ver la película dos veces, una para ver y otra para leer”. Ahora, su nivel B2 no le exime de tener que verla por segunda vez, pero ha pasado de leer subtítulos en español a hacerlo en inglés.


Dejé de redactar listas de buenos propósitos cuando me limité a sobrevivir. Convencida de que sería lo único que, si en algún momento abandonaba, no sería culpa mía. Pero les confesaré que, al igual que Carmen, yo también decidí perfeccionar mi inglés un año, movida por una mejora laboral más que por un desafortunado encuentro amoroso. Así que, viendo que mi vecino ya ha colocado su árbol de Navidad, cerraré esta columna con un Merry Christmas! Al final, todos nos terminamos contagiando de espíritu navideño.





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