Fernando Jáuregui
01:00 • 21 dic. 2011
Muchos han sido los elogios que Rajoy ha merecido por su talante, y por sus propuestas, en la sesión de investidura. Nos unimos a ellos: estuvo medido en la forma y correcto en el fondo. Y aplausos también para los grupos de oposición, incluido Amaiur, que comprenden, parece, la gravedad del momento y no quisieron cargar las tintas contra el ya presidente, mostrándose más colaboradores que hostiles.
Una vez dicho esto, tenemos que lamentar que la oferta de Rajoy sea tan limitada. El hombre que más poder va a tener en España durante los próximos cuatro años bien podría haber esbozado cambios a más largo plazo y centrarse en más cosas además de las ideas para salvar la crisis económica. Muchas veces se ha dicho que España necesita una reforma constitucional de cierto calado, empezando por el Título VIII, dedicado a las autonomías. Y es cierto que lanzó una oferta de pacto algo difusa, pero no de la profundidad y alcance que la verdadera modernización de España necesitarían. Ese gran pacto nacional para acometer tareas de enorme alcance sigue siendo la asignatura eternamente pendiente en nuestro país.
En ese sentido, peligroso nos pareció el planteamiento, que era una bomba de profundidad, de Josep Antoni Duran i Lleida, conminando a Rajoy a no intervenir en el gasto de las autonomías y a limitarse al Estado central. Tremendo disparate en un político de la talla de Duran, que tanto ha ayudado a la gobernabilidad del Estado. Pero el tema de la errática marcha del Estado de las Autonomías está ahí, los problemas están ahí, y Rajoy tendrá que coger esos toros por los cuernos: falta de sentido del Estado, inestabilidad territorial, desprestigio institucional, más apoyo a la Corona... Temas de fondo que ni estaban ni se les esperaba en un debate de investidura que ha sido correcto e interesante, pero que, en nuestra opinión, no ha volado lo suficientemente alto.
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