Se anuncia como el Belén más grande del mundo y he ido a verlo a la plaza del Ayuntamiento de Alicante.
No sé si es el más grande, pero al menos lo parece, con tres figuras enormes y el cayado de San José que alcanza los 18 metros. Como lo importante es presumir, una placa da fe de la hazaña que figurará en el Libro de los Records.
Ese y no otro debe ser el mérito de la imaginería navideña, ya que estéticamente es semejante a otras Hogueras alicantinas o Fallas de Valencia. Y de falta de público no digamos. Con el virus, la poco atractiva estructura de cartón y la iconografía religiosa en desuso la gente debía preferir estar en otro sitio.
De eso quería hablar, precisamente: de la plusmarca por sí misma y no de su significado estético o ideológico. Lo cierto es que en las conversaciones a pie de las estatuas casi nadie de los presentes aludió al simbolismo religioso de las figuras y si lo hizo fue con la natural confusión de quien sabe que su oyente infantil, hijo o nieto, no sabe de la misa la media, y nunca mejor dicho.
Ante mi decepción no compensada con la aparatosidad de las figuras, me dio por pensar que lo mismo podía haberse erigido un castillo de Disney, una bolera gigantesca o unos elfos bailando en torno a Santa Claus que el entrañable y clásico Belén cristiano. Está visto que no andamos en los contenidos, sino en las formas; en lo espectacular, más que en su significado. Lo importante aquí, y en tantas cosas de la vida de hoy día, está en el récord, en batir el número de “likes” de Facebook y en tener más visitas en Youtube y no en lo que hagamos, sea lo que fuere.
Por eso, de mi visita al Belén más grande del mundo, yo, como todos, me he quedado con el adjetivo de “grande”, en vez del sustantivo de “Belén”.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/206246/el-belen-mas-grande-del-mundo