Podemos no está rentabilizando políticamente su presencia en el Gobierno. En puertas de elecciones en Cataluña -previstas para el 14 de febrero si la pandemia no aconseja otra fecha- los estudios de intención de voto pronostican un descenso a la organización política podemita cuya cabeza política es Ada Colau, la polémica alcaldesa de Barcelona.
Cataluña nunca ha sido un territorio excesivamente permeable a las proclamas de Pablo Iglesias, pero ahora menos que en otras ocasiones y los socios de Podemos temen un palo importante. Algo parecido a lo que les ocurrió en las elecciones autonómicas en el País Vasco donde vieron reducida a la mitad su representación parlamentaria. Peor todavía les fue en Galicia donde desaparecieron.
Ante ese escenario potencialmente adverso Pablo Iglesias está reaccionando por elevación. Iglesias juega a hacer oposición desde el Gobierno. Es un ejercicio de esquizofrenia política que Pedro Sánchez le deja hacer porque está atado a Podemos. Iglesias parece olvidar que es vicepresidente del Gobierno y sobreactúa en busca de los focos de la televisión. En los últimos días viene reiterando los ataques a la Corona.
Cuestiona la Monarquía parlamentaria y se atreve a decirnos a los ciudadanos lo que tenemos que hablar o dejar de hablar en la cena de Nochebuena. Es un caso insólito de prepotencia política por parte de alguien a quien respalda tan exigua representación parlamentaria.
Está claro que le preocupa lo que pueda acontecer en Cataluña el próximo mes de febrero. Con la vista puesta en las encuestas trata de desviar la atención del personal muy crítico en Barcelona con la gestión municipal de la alcaldesa Colau. Iglesias se desespera al constatar que el PSOE está sufriendo menos desgaste que Podemos y que es Pedro Sánchez y no él quien está rentabilizando el Gobierno de coalición mientras que Podemos retrocede en todos los sondeos. Por eso alza la voz en contra de la Monarquía en vísperas del discurso del Rey por Navidad. Quiere, necesita titulares en los periódicos y abrir los telediarios. Iglesias sigue sobre el escenario con los focos encendidos pero se está dando cuenta de que una parte considerable de su público hace tiempo que abandonó el teatro.
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