La ley electoral

En el reciente debate de investidura, el líder de IU, Cayo Lara, se lamentaba de que los españoles no tuviéramos un sistema verdaderamente proporcional a la hora del voto y pidió modificar la actual ley con este ejemplo: "El PP ha conseguido el 53% de escaños con el 46,6% de los votos. IU con otro sistema más justo y democrático hubiéramos obtenido 25 diputados". Quiere decirse que a los partidos minoritarios les cuesta más obtener un escaño que a los que vienen alternándose en el poder desde la transición. Aquí, como saben, no hubo ruptura sino consenso y al terminar el franquismo, tanto el centroderecha como el centro izquierda trataron de alejar hacia la periferia ideológica con la intención tal vez de que no se enfrentarán nunca más, a los ultras de uno de y otro signo. Llevamos ya treinta años de democracia y lo que se está pidiendo hoy precisamente es una regeneración del sistema porque ya no es solo Falange Española o los antiguos comunistas sino una larga lista de partidos minoritarios como el de Rosa Díez los que se sienten injustamente discriminados. Rajoy, actual presidente del Gobierno y todavía con el regusto de su enorme triunfo electoral no quiere que nadie le discuta su legitimidad democrática. Suele argüir que él no procede de la pata del caballo del Cid sino de las urnas, pero está claro que los dos partidos que se vienen beneficiando de la injusticia electoral no tirarán de momento piedras contra sus propio tejado. Alguien ha escrito que por culpa de una ley injusta, el PP puede acumular tan inmenso poder que nos acerque de nuevo a los aledaños de la dictadura, o lo que parece lo mismo, una inabordable mayoría absoluta con menos votos que la suma del resto de los partidos.