Recuerdo, allá por los cincuenta/sesenta, cuando aún disfrutaba yo de las maravillas de mi Almería inmortal que, hablar de cuernos, era cuestión cuando menos lábil (resbalosa, para las víctimas de la LOGSE) y, hete aquí que tal debate filosófico – al tratarse de cuestiones imaginarias en cuanto al aspecto externo, aunque reales en cuanto al interno – ha llegado al Congreso; y de manos de quien sin duda, más sabe de esos menesteres; pues, no es ese un terreno en el que puedan entrar los principiantes o indocumentados en la lidia fuera de las plazas de toros. Sin duda, en el sentido figurado de lo que como tal se entiende en el vulgo parlante de la piel de toro, miembros de Podemos hay con experiencia en tales lides y aunque no le van a la zaga en otro partido con relevos en los emparejamientos, lícitos sin duda, pero cuando menos chocantes para un pueblo atrasado y borreguil cual, según la progresía, es el nuestro; cierto es, a la vez que indiscutible que toda experiencia es encomiable pues, aun para el empirismo más extremo, la experiencia es la base de todo conocimiento, no solo en cuanto a su origen sino también en cuanto a su contenido. Según Hume, se parte del mundo sensible para formar los conceptos; y éstos, encuentran en ese mundo su justificación y su limitación. Los cuernos pues, son, en cuanto a la vida en sociedad, cuando menos dignos de admiración en cuanto a que proporcionan una experiencia que, tal y como durante siglos, ha acontecido en nuestro país, te pueden llevar – y con éxito – a los más altos estamentos de la política, cual ministerios o ducados (Ejemplos hay, siendo el de Godoy quizá el más sonado, aunque los cuernos afectaran realmente a la Condesita de Chinchón que, inmortalizara Goya; aunque, quiero pensar que no fuera por eso. Y como las peripecias de los políticos en este país de nuestros amores, es cuando menos emocionante y jocosa; la diputada de Podemos, Isabel Serra, que, líbreme Dios de pensar que sea una experta en la materia, pero sí que, cuando menos, debe de ser entendida ya que alardea de ello en su sentencia; ha dicho – o escrito en esos malditos medios de las ondas – “No me sorprendería si en unos años vemos entrar en el Congreso de los Diputados a Abascal con cuernos”.
Y digo yo, a la vez que adelantara mi excusa en aval de evitar ofensa, ¿Se refiere la distinguida Señora a los cuernos que se vislumbran entre los escaños situados en su entorno, o por el contrario se refiera a futuribles que sin duda; y a juzgar por los antecedentes, se han de producir? Pues ardo en ascuas al pensar que el Congreso hiciera la competencia – dudo si desleal o legítima, pues declaro mi ignorancia en materia tan delicada – a Telecinco. Porque igualar en astados al Congreso – aunque sean imaginarios - con la Venta del Batán, me sonaría cuando menos, ¡Raro! Sería pues, medida obligada que, por parte de algún diputado, con experiencia taurina o sin ella, se rogara aclaración a la distinguida Señora con el fin de aclarar cuestión tan profunda; y si es posible, que nos aclarase los encastes que hay presentes o las ganaderías – si las hubiere – pues los que nos hemos dedicado durante muchos años a las cuestiones de la crítica taurina, estamos eclipsados por opiniones tan doctas que nos hacen una competencia, si no desleal si que preocupante pues, al tratarse del Congreso, pudiera llegar a legislarse al respecto y conviene estar cuando menos, prevenido pues pudieran oírse en el Congreso aquellos versos que el genial Quevedo inmortalizara en su soneto 590: “Cornudo eres, Fulano, hasta los codos/ y puedes rastillar con las dos sienes;/ tan largos y tendidos cuernos tienes,/ que, si no los enfaldas, harás lodos.” Por Dios ¡Qué cosas!
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