Un buen amigo, sevillano de origen, quien durante sus más de treinta años de bancario conoció a fondo la geografía económica del sur, me comentó con admiración que, para él, los almerienses éramos como los tártaros. Con esto quería decir que, al igual que aquel pueblo legendario hizo de su capacidad de desplazamiento una baza a la hora de conquistar un territorio, nosotros no teníamos pereza para ir a cualquier sitio donde hubiera una oportunidad comercial.
Visto en perspectiva, no cabe duda de que tenía razón. El nivel de internacionalización de la economía almeriense así lo demuestra. Entiendo que es un caso de estudio cómo un territorio que hasta no hace mucho acumulaba un secular retraso histórico, en prácticamente tres décadas ha conquistado mercados en varios continentes y en sectores muy diversos. Sin duda alguna, lo debemos al empuje de una larga serie de pioneros que, al igual que el protagonista del clásico de Hollywood, El Manantial, se centraron únicamente en su objetivo, sin prestar atención a un entorno que les era adverso. He conocido a numerosos almerienses cuyo coraje, determinación y tenacidad dejaban en mantillas al protagonista, encarnado por Gary Cooper.
Pero lo cierto es que nada es inmutable en esta vida, y los éxitos de hoy no aseguran los de mañana. Venimos asistiendo a un proceso, o si el lector lo prefiere, crisis global, que únicamente se superará a través de cooperación y planificación estratégicas, una tendencia que la pandemia de coronavirus no ha hecho más que acelerar. Son muchas las voces que indican que es necesario cambiar el enfoque para afrontar el futuro, buscando sinergias dentro de los sectores público y privado, y entre ambos. Cierto es que a nivel empresarial se están dando importantes avances entre los que citaré, aparte de COEXPHAL o TECNOVA, iniciativas que como la desarrollada por el sector hortofrutícola para solventar conjuntamente el problema de los residuos vegetales a través de la economía circular.
Es cierto que en nuestra provincia queda mucho por hacer en el campo de la cooperación en varios ámbitos. Me gustaría destacar hoy la necesidad de buscar soluciones ante el deterioro del patrimonio cultural y natural. Son varios los casos que requieren nuestra atención; por ejemplo, la situación del yacimiento de Baria, la Torre de Cerrillos o la encina milenaria declarada Monumento Natural en el municipio de Serón conocida popularmente como La Peana. Todos ellos se encuentran amenazados. Son situaciones que afectan al patrimonio colectivo de los almerienses cuya solución pasa primero por la toma de conciencia colectiva, y en paralelo por una decidida acción coordinada entre las administraciones públicas y, en ocasiones, con la colaboración del sector privado.
No se trata tan solo de conservar nuestro patrimonio común, lo cual ya de por sí solo tendría sentido. El día que el turismo vuelva a ser un sector pujante, tendremos que competir por una demanda muy diferente de la anterior, donde el viajero buscará naturaleza y cultura algo que, por ejemplo, han entendido muy bien nuestros vecinos de la Costa del Sol, donde la publicidad está ya llena de bosques, playas, castillos, olivares y arboledas blancas.
Quién sabe, quizás conservando la Peana estemos salvándonos a nosotros mismos.
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