España ha cambiado tanto como las series que han pasado por los televisores de este país. Desde Bonanza a la niña redicha de Gambito de Dama este país es tan otro que ni se inmutaría hoy por la resurrección de Chanquete. Además del televisor, la otra pantalla que ha marcado el destino reciente de nuestro país es la del ordenador y el teléfono móvil.
Gracias a youtube, el televisor de internet de los milenials,Rubén Doblas, alias El Rubius, se ha hecho millonario, a ese nivel tal que molesta que Hacienda se lleve algún millón que otro. El Rubius ha decidido mudar su residencia oficial a Andorra para pagar menos impuestos. Tiene lógica, tiene coherencia. ¿Qué le debe su mundo nuevo digital, paralelo y sin límites, sin suelo ni techo, que se sostiene sobre si mismo, funcionando con sus propias leyes de la gravedad y el entretenimiento a aquel otro mundo antiguo, viejo, con fronteras, aire que se debe respirar, tierra que hay que pisar? Pagar impuestos o decir la verdad son conceptos obsoletos del mundo de los mortales que no existen en este otro mundo alternativo llamado internet. La patria de los youtubers es internet, no España ni Francia, ni Groenlandia. El Rubius no se mudará a Andorra porque el Rubius está en todas partes, en los 36 millones de móviles, ordenadores y dormitorios de sus seguidores.
Gente como El Rubius es tan insolidaria con sus conciudadanos como nosotros somos de insolidarios con las hormigas: nada. No somos del mismo país ni siquiera de la misma especie. Youtubers, instagramers, tuiteros han creado sus ínsulas, repúblicas e islas Utopia, con su lenguaje, idioma y rituales. Y se lo hemos permitido, ya es tarde. Los hemos tratado como si fueran niños con un juguete. ¡Ja, ja! Así llegó Trump a presidir la mayor democracia del mundo.
Acordémonos cuando los mortales del mundo antiguo nos reíamos con ingenuidad de Ramoncín porque defendía la propiedad de los creadores frente a los piratas de internet.
Si Pablo Iglesias hubiera nacido diez años después, hubiera sido como El Rubius de la política. Los dos han triunfado a través de las pantallas. El Rubius es a youtube, lo que Iglesias es a las series televisivas. No tuvo vergüenza alguna en regalarle al Rey un pack de ‘Juegos de Tronos’ como declaración de principios. El pasado domingo, uno de esos periodistas evangelizadores lo entrevistó, comparando su trayectoria política con series de televisión. Nunca lo superficial fue tan profundo. El ascenso del hoy vicepresidente coincide con la moda empachante de las series televisivas. A finales de los 60 y principios de los 70, las series ayudaron a popularizar y extender el uso de los televisores en los hogares de toda España.
Las series como Bonanza enseñaban y unían familias pero nunca se confundían con la realidad. Un capítulo se veía y olvidaba, no se necesitaba más para ver el de la semana siguiente.
Mis favoritas era comedias como El Superagente 86 y Embrujada. No recuerdo que nadie se tomara en serio Rintintín, El Santo o Fliper. Por eso, oir a todo un vicepresidente afirmar con pedantería que de las series de ficción televisivas se aprende mucho puede llevar al desaliento o a la aceptación estoica del cosmos que nos ha tocado vivir. Woody Allen dijo que “la realidad imita a la mala televisión” y al decirlo parece como si pensara en Iglesias.
El vicepresidente lleva un año gobernando, pero a su manera, como si viviera y escribiera una larga serie televisiva, con malos y buenos, con ricos malvados como JR y pobres ministros que no consiguen sus dignos objetivos como Marco. Que sale mal en las encuestas, Iglesias da un giro de guión y aparece el malo Kaos monárquico.
Equiparar a Puigdemont, un gobernante pernicioso que quebró la ley y despreció a los ciudadanos, con las miles de personas que huyeron de España por salvar sus vidas amenazadas por el franquismo es una idea tan delirante e inmoral que solo puede nacer de una mente desquiciada por tanta serie televisiva. Esto es algo muy quijotesco pero ojalá que resucite Chanquete para dar un guitarrazo y poner así fin a esta serie que nunca debió emitirse.
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