Es muy difícil que el nuevo candidato del PSC, Salvador Illa, vaya a ganar las elecciones en Cataluña como aventura el CIS de Tezanos. El prestigio del Centro de Investigaciones Sociológicas está tan deteriorado que su previsión se interpreta como un intento de consolidar al candidato que, hasta ayer, era el responsable de Sanidad.
Pero buenas expectativas debe tener por la agresividad de las críticas lanzadas por los independentistas catalanes, los partidos de la oposición en el Congreso y el “muy leal” socio de Gobierno: Podemos.
El intento de retrasar los comicios hasta finales de mayo, pese a que en la Generalitat se sienta un presidente en funciones, Pere Aragones de ERC, fue una maniobra a la desesperada para intentar, una vez más, dar una imagen de unidad del independentismo fracturado desde Bruselas por el ínclito Puigdemont.
Los que se quieren separar de España, los que aseguran que volverían a hacerlo, se han dividido en varias siglas y la opción de Junts, con su máximo dirigente viviendo cómodamente en Waterloo , pierde fuelle.
Esquerra, que pretendía consolidarse como la primera fuerza en Cataluña ya no lo debe ver tan claro. Por eso acusan a Salvador Illa de no haber querido adelantar el toque de queda a las veinte horas para no dar argumentos que dificulten la apertura de los colegios electorales.
Lo que a estas alturas parece evidente es que la campaña va a convertirse en todos contra uno. El Partido Popular, que debería preferir el triunfo de un constitucionalista, no escatima las críticas ante el temor de verse, no ya superados, sino barridos en el Parlament de Cataluña por VOX.
Ciudadanos, que observa con preocupación como su opción se desinfla tras el éxito en la anterior cita con las urnas, no quiere convertirse en el caladero de votos socialistas. Si el PSC sube, ellos bajan. Por eso van a ir a degüello contra el ex ministro.
Pese a que en Moncloa, Sánchez a Ivan Redondo, han analizado hasta la última variable de las encuestas de opinión y creen que esta estrategia de todos contra uno le puede venir bien a Illa, los pésimos datos de contagios y la gravedad de esta tercera ola de la pandemia puede pasarles factura. La sociedad catalana, al igual que la del resto del Estado, está harta de las trifulcas políticas que bloquean lo que debería ser el único objetivo: eficacia en la lucha contra el virus, agilidad en la administración de las vacunas y buena gestión de los fondos europeos.
Entre el miedo al contagio, el desencanto con los partidos y el desánimo por las promesas no cumplidas, la abstención puede ser altísima. Aún así es de desear que a Salvador Illa le vaya bien porque en caso contrario los independentistas pueden sumar, esta vez si, más del cincuenta por ciento de los votos y volverán a declarar unilateralmente la independencia.
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