Mitades

Rafael Torres
00:11 • 16 feb. 2021 / actualizado a las 07:00 • 16 feb. 2021

Tan España es Cataluña, que hay dos. Dos Cataluñas. Dos mitades. Así lo acreditan los resultados de estas elecciones a las que acudió otra mitad, la de electorado, para reafirmar esa realidad inamovible, en Cataluña y en España, de las mitades.


Pero quienes no se anduvieron con la mitad de nada, sino con una formidable integridad cívica y un valor a prueba de bombas y de virus, fueron, de una parte, cuantos acudieron a votar desafiando la fatiga, el miedo al contagio y la lluvia, y, de otra, cuantos les aguardaban en los centros electorales con sus asfixiantes FFP2, sus pantallas de plástico y sus EPIS. Y los apoderados, y los interventores, y los guardias de la puerta. En un tono de sinceridad inhabitual en su gremio, los candidatos de todos los partidos agradecieron su entrega al término de la jornada. Aunque pudieran parecer pocos, un 53,5 %, fueron muchos los ciudadanos de Cataluña que acudieron a votar. Muchos, muchísimos, si se piensa que el resultado de los comicios se sabía de antemano y que daba igual lo que votaran porque iba a salir lo que había, lo que hay y lo que probablemente seguirá habiendo: una mitad partidaria de la independencia, y otra mitad nada partidaria de la misma. Se presentaban un montón de partidos, nueve con posibilidad de escaños, pero sólo dos mitades en realidad. Y salieron, como era de esperar, las dos.


El resultado se sabía, pues desde las anteriores elecciones del 17 nadie había dejado de ser quien es ni había dejado de pensar lo que piensa. Es más; incluso el resultado más llamativo, el del descalabro de Ciudadanos, se sabía también, con sólo la pequeña y previsible novedad de que sus anteriores votantes se han repartido por los predios de donde procedían originalmente: del PP, llamado ahora mayormente Vox, y del PSC.



Dos Cataluñas. Dos mitades. Pudiera parecer endiablada la gobernación de la ínsula con semejante realidad, una realidad entreverada, encima, de mil historias que neutralizan la capacidad de cualquier pegamento. Pero es lo que hay, y se trata de una realidad que todos, no la mitad, todos, estamos obligados a aceptar.





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