El rap de la cárcel

“Nuestra democracia necesita gafas, cojea por días entre la miopía y el astigmatismo”

Los Mossos introducen detenido en el coche de policía al rapero Pablo Hasel, en la Universitat de Lleida.
Los Mossos introducen detenido en el coche de policía al rapero Pablo Hasel, en la Universitat de Lleida. Europa Press
Antonio Álvarez
21:18 • 17 feb. 2021 / actualizado a las 07:00 • 18 feb. 2021

Que determinadas cosas vayan mal, no significa que todo vaya mal. Sí se está instalando una corriente más que dirigida por determinadas facciones de un tiempo para acá. La preparación, mentalización, filtración de lo que me conviene y sedimento de un ideario sin más es una receta muy peligrosa, a mi entender, para una sociedad donde el respeto, la presunción y la no difamación es lo primero que debe campar. Si se pierden estas premisas estamos perdidos, porque empieza a instalarse la ley de la jungla. Y en río revuelto, ya sabemos quienes pescan,…



Se aboga estos días contra el límite de la libertad de expresión, hasta ahí todo correcto, pero sinceramente echo en falta que no se defienda en su totalidad ese derecho presuntamente pisoteado, y no solo la defensa de lo que  interesa a mi tribu, a mi colectivo, a mi partido, a mi confesión, gremio, club,… para erosionar al que tengo por adversario. Solo ver la paja en el ojo ajeno, no en el propio, empieza a ser costumbre asentada. Lo mismo es que ya no hay estilo ni personalidad, como cantaban Gabinete.



Germina en España el totalitarismo, a la derecha y a la izquierda, (o viceversa) y en el nacionalismo ya desde hace décadas. La Historia, y la memoria mundial de los dos hemisferios cerebrales, nos certifican que nunca los extremos fueron buenos. Dos ideologías demostraron con creces en el siglo XX hasta donde podían llegar en su locura y gestión: Fascismo y Comunismo. Y del Nacionalismo, pues ya sabemos que siempre fue una bandera para esconder las miserias y tropelías a la que se agarran los oportunistas. Tenemos casos a puñados, abran los libros por la página que quieran.



Determinadas cosas no se explican hoy en España, es verdad, tal vez se opina sin lustre, acabando en el griterío, y no tenemos claro ya si se nos informa, sino que se nos está deformando nuestro ser y estar desde medios de comunicación, públicos y privados, y sobre todo desde el bombardeo en redes, un verdadero estercolero sin filtro ni contraste a cualquier bulo o noticia. Tal vez la bandera y la virtud que enarbolar en estos tiempos sea abrir páginas de diferente color, leer y contrastar, y montarse cada uno su propio arco iris, respetando al otro: tu libertad acaba donde empieza la mía. Sencillo y complejo a la vez. 



La Democracia es imperfecta como creación humana que es, eso lo sabe cualquiera con dos dedos de luces, y está claro que es el menos malo de los sistemas posibles. Una democracia (en cualquiera de las manifestaciones reconocibles: República o Monarquía Parlamentaria, y sin que el hábito o la denominación haga al monje per se) significa lo no tan obvio para muchos: derechos y libertades que se consagran, recogen y reconocen, Estado de Derecho, respeto a la Ley, capacidad de votar y cambiar a quien gobierna y legisla con unas reglas del juego compartidas y respetadas por todos los actores en el escenario: los tuyos, los míos, los de en medio y los de Marte, etc. Cosas sencillas que se nos olvidan. Además, las sociedades son tan diversas y complejas, que esas barreras ideológicas tan atizadas a veces no son tales, o se mezclan, o se retroalimentan connotaciones. No estamos en el siglo XIX, estamos en el XXI,…  La experiencia y los hechos nos demuestran que los experimentos políticos colectivos extremos anulan al individuo y los individualistas extremos anulan al colectivo. 



Es tan grande la Democracia que aunque nos parezca repugnante el vómito acompasado de un sujeto, abogaremos por la libertad, por su libertad para vomitar. Su verso no da para más, y ese es su retrato, pero cada uno canta lo que sabe o puede. No se si el rapero se partiría el vocabulario por la libertad de quien no piensa como él, o del que sufre o ha sufrido otras opresiones por género, idiomática, religión, gusto culinario, del tracto rectal o musical, o porque su padre era Guardia Civil asesinado o por el rechazo a su acento o procedencia, y su odio declamado sin melodía reabre cicatrices. Hay otras libertades pisoteadas hoy en España, y no se cantan tan a la ligera. Hace falta valor para denunciarlas sin pillar del cazo. Nos hace falta a todos, seguramente. Eso sería ser un artista libre y echarle un par.  Pero qué queréis que os diga, prestigiar a grupos terroristas, sinceramente, me da asco. Calumniar sin condena previa, por mucho que presuntamente se lo haya llevado caliente alguien, sea el exjefe del Estado, el expresidente de turno, el ex molt honorable, el ex sindicalista, el ex banquero, el ex futbolista, el exartista, etc.,  pues no me gusta.  Me gusta que la Justicia no sea lenta, y resuelva, conforme a Derecho y a la Ley que la sociedad se dota: probando, juzgando y resolviendo. Y quien la caga la paga.



Me resbala que vomite su rap con alevosía y alegoría. Es a lo mejor lo que me diferencia de él, que aunque me indigne, soy capaz de pedir su voz, nunca su voto. Ir a la cárcel por vomitar incluso odio no es de recibo, está claro. Por acumular penas de otro orden es ya otro cantar, que no te quieren contar: agresión a un periodista, a un agente de orden público,… A lo mejor lo de injurias a la Corona, es la guindilla final, otro ladrillito bien aprovechado por los que quieren cambiar el Statu Quo, (Mudanzas Acoso y Derribo) sin contar con  todas las partes de este país que tanto les cuesta nombrar. Porque si algo habrá que cambiar deberá ser entre todos, reglas del juego por igual, ¡y al cielo con ellas valientes! A los que se les llena la boca de la palabra libertad, de su libertad, no la del vecino, pues quisiera que se lo miraran en la agenda, me incluyo yo también que soy tan imperfecto como el que más. Nuestra democracia necesita gafas, cojea por días entre la miopía y el astigmatismo. Faltan unas lentes progresivas de lejos y de cerca para mirar de dónde vinimos y hacia dónde no queremos ir, y nos quieren llevar.




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