Algún cálculo peligroso e irresponsable, alguna estrategia incomprensible, salvo la que se puede leer solo en claves de poder y sólo de poder, pueden explicar las tragaderas de nuestro presidente, Pedro Sánchez. Es verdad que en un Gobierno de coalición siempre surgen diferencias y que la convivencia entre quienes lo forman exige diálogo, acuerdos y, en más de una ocasión, mirar para otro lado para evitar una crisis.
Siendo todo esto comprensible, lo que ya no lo es, ni responsable desde el punto de vista institucional, es que el presidente del Gobierno, cuando ya han pasado varias horas de los graves incidentes de Madrid y Barcelona, aplaudidos y en todo caso, nunca condenados por su socio de Ejecutivo, no haya tenido ni un minuto para escribir un breve twit condenando lo ocurrido y poniendo en su sitio a su vicepresidente, Pablo Iglesias. Que nadie dude que si no hubiera perfecta conexión entre Iglesias y Echenique, portavoz en el Congreso del partido que forma el Gobierno, este no hubiera lanzado su propio twit apoyando a quienes con el uso de la violencia dicen defender la libertad de expresión tras la detención del rapero Hasél, ese que dice que las urnas no valen para nada, que lo adecuado es la lucha armada y que anima a su público a salir a la calle a matar a guardias civiles. ¡Qué vergüenza!
Pero Hasel es irrelevante. Lo relevante es la actitud de un partido de Gobierno que se comporta como si estuviera en las barricadas. Más relevante todavía es que desde el Gobierno nos digan que las diferencias son entre grupos parlamentarios, que no pasa nada, que las diferencias es algo normal y que, por supuesto, el Ejecutivo goza de buena salud. ¿Qué más tiene que ocurrir para que el presidente, que es quien tiene autoridad para ello, no le diga a su vicepresidente que así ni un día más?.
No tengo respuesta a mi duda, entre otras cosas, porque visto lo visto, no me cuesta mucho llegar a la conclusión que no hay límites. Que a Podemos se le va a perdonar todo porque mientras Podemos traspasa todas las líneas, Pedro Sánchez puede presentarse como el único líder capaz de aunar a la izquierda. En sentido inverso, Pablo Iglesias y su seudo partido, han llegado a la conclusión de que sin ellos, Sánchez no es nadie y como Sánchez calla, es fácil que se lo crean.
Lo que está ocurriendo no es una cuestión de derechas o de izquierdas. Es una cuestión pre-política porque es una cuestión de decencia democrática e institucional; porque es Podemos, desde la situación de poder que le aporta estar en el Gobierno, quien está minando los fundamentos de una sociedad libre, tolerante, abierta y defensora de las instituciones y de la ley. Y sin ley no hay libertad.
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